El padre del Estado de Israel, David Ben Gurion, aprendió español para leer El Quijote en la versión original de Miguel de Cervantes. Para las nuevas generaciones, ya no es la literatura sino las telenovelas iberoamericanas las que les abren la puerta para adentrarse en el aprendizaje del idioma.

Desde que Los ricos también lloran irrumpiera en las pantallas israelís hace más de una década, la fiebre por el género ha crecido de forma imparable. Actualmente hay dos canales de televisión por cable que emiten solo telenovelas: Viva y Viva Platino. Al menos otros siete también las programan, en versión original con subtítulos, desde Amor a palos hasta Pasión de gavilanes.

MUJERES Y JOVENES

"La mayoría de la audiencia es femenina, o bien adolescentes o mujeres entre los 25 y los 55 años", explica Nadav Palti, director de Mapal Comunicaciones, la mayor empresa del sector en Israel, responsable de Viva y Viva Platino. Para las adolescentes, asegura Palti, las telenovelas son todo un modo de vida. "Compran la mercadotecnia, se empapan de las revistas dedicadas al género y acuden a las galas cuando sus protagonistas vienen a Israel".

Sara Katz, abogada de 48 años, hace tiempo que abandonó la edad del pavo, pero es fiel seguidora de Sos mi vida y Alborada : "Me encantan porque me permiten relajarme, escapar de los problemas y de la dureza de la vida de Israel". En los últimos años han proliferado los melodramas en hebreo de producción nacional, pero a Sara no le interesan: "No puedo evadirme, son historias demasiado cercanas. Prefiero que sucedan en el extranjero". Y si los protagonistas hablan español, apunta, todavía mejor: "Es una lengua preciosa, romántica y muy melodiosa".

El fenómeno ha alcanzado tal envergadura que uno se encuentra con estudiantes, cajeras, amas de casa u oficinistas que hablan un correcto español sin haberlo estudiado. Algunas ingresan en academias de español que hay en el país. "Llegan con un nivel oral intermedio y a veces hasta avanzado, pero desconocen la gramática", explica Selma Aronovich, profesora del Instituto Cervantes de Tel-Aviv.

CAIDA CON LA INTIFADA

Poco después de iniciar su andadura en 1998, el Cervantes de Israel alcanzó los 1.000 alumnos. Una cifra que cayó en picado, hasta la mitad, con la Intifada. Hoy se ha vuelto al millar de estudiantes, muchos de origen latino y otros enganchados al idioma por las teleseries.

Además del mundo maniqueo de los melodramas, hay otros factores que influyen en el interés de los israelís por la lengua de Valle-Inclán. "Desde los lazos históricos con España, que se mantienen como referencia, a la percepción del español como un idioma fácil de aprender", expone el jefe de Estudios del Cervantes, Alberto Madrona.

El auge de este interés en la calle contrasta con la situación en el ámbito institucional. En primaria, explica Madrona, su estudio depende de la presión que ejerzan los grupos de padres. En secundaria, la ofrecen algunos institutos, pero está menos extendida que el árabe y el francés. En la universidad, solo la Hebrea de Jerusalén cuenta con la carrera de Filología Hispánica.

"Es una situación muy contradictoria. Se puede estudiar 30 horas de español en mil sitios, pero no hay casi instituciones para profundizar y consolidar los conocimientos", reflexiona Madrona. La prueba es que no existe ni una sola asociación de hispanistas en el país.

Más diáfano parece el futuro de las telenovelas en español. "Desde la óptica empresarial son un gran éxito, porque tienen un formato diario de drama que encaja en el horario de máxima audiencia y su coste de producción es relativamente bajo", explica Nadav Palti. Para los anunciantes, añade, son un filón, ya que garantizan una audiencia fiel durante seis u ocho meses, el promedio de duración de una temporada.