Tras protagonizar la miniserie El hijo de Caín (2016), Quim Gutiérrez (Barcelona, 1981) ha vuelto a la pequeña pantalla para interpretar a José Espada en uno de los papeles principales de El accidente, serie de intriga de 13 episodios y con un final cerrado que Tele 5 emite los martes.

-¿Qué vio en este proyecto para que lograran convencerle?

-Después de hacer muchas comedias, me apetecía una cosa más seria. Me gustó más este proyecto para la televisión, un terreno en el que hacía mucho tiempo que no me movía. También influyó la presencia de Inma Cuesta como protagonista, ya que tenemos un vínculo muy especial por anteriores trabajos. El pudor físico, a la hora de manosearte y tocarte, ya no existe entre nosotros. Eso te permite estar pendiente de otras cosas y dedicar tiempo a matizar. El guion pasaba numerosos filtros y cuando nos llegaba teníamos la oportunidad de opinar y modificar muchas cosas. Eso es un curro complicado porque hay formas distintas de verlo y no tenemos mucho tiempo: a veces hay que hacerlo en el mismo plató.

-Hasta que protagonizó ‘El hijo de Caín’, ¿por qué llevaba tanto tiempo sin hacer televisión?

-Me da una cierta claustrofobia meterme mucho tiempo en series de largo recorrido, porque si algo funciona luego resulta muy difícil salir de ello. Yo necesito estímulos nuevos de vez en cuando. Por eso hacer un gran proyecto de teatro también me cuesta. Estar dos o tres años haciendo el mismo personaje en una serie que funciona me resulta muy pesado. También depende de las cosas que te ofrecen, claro. Esta serie también tiene un montón de elementos en lo puramente dramático que me seducían mucho.

-¿Cuánto han tardado en grabar los 13 capítulos?

-Hemos ido a tope. Empezamos en enero y acabamos a mitad de julio. La dinámica actual es grabar un capítulo de 70 minutos en una semana y pico. Eso es como rodar películas cortas en ese periodo de tiempo. Es un ritmo salvaje. Pero es lo que hay: o lo tomas o lo dejas. Las fórmulas nuevas de las plataformas como Movistar, Netflix o HBO parece que imponen otros modelos de series con menor duración que permiten mayor tiempo de trabajo por capítulo.

-¿Le relaja que sea una serie conclusiva y que no haya posibilidad de segunda temporada?

-Sí. Es que si no… Así el peligro de la claustrofobia no lo tengo.

-¿Qué pensó cuando leyó los primeros guiones?

-Que iba a ser muy divertido interpretar a un jeta encantador como José Espada. Hay muchos ejemplos cercanos de tíos que son capaces de defender cosas indefendibles con una sonrisa y con la verborrea suficiente. Es fantástico interpretar a un personaje así. Se mete en embolados suficientes como para armar un marco apasionante. Cuando se mete en líos y pasas del bueno al malo, transitas de una etiqueta a otra con mucha facilidad. Tenía ganas de hacer un personaje con esas características, con una moralidad dudosa.

-¿Le pesa la etiqueta de ser un galán cómico?

-Cualquier etiqueta pesa cuando se repite demasiado. Preferiría la etiqueta de actor que hace cosas distintas, no solo por mí, sino también por el espectador. A nivel personal, por el hecho de sentirme creativo y buscar registros distintos. Y desde el punto de vista del público, porque no me gusta la sensación de que le ofrezco siempre lo mismo. Al final, esa etiqueta de galán, el hecho de interpretar a un tío de 35 años encantador pero medio tonto en una comedia romántica, te deja un margen de creatividad muy limitado. Hay que ir con cuidado y elegir, o rechazar papeles, en función de lo que te ofrecen.

-¿Cree que ha evolucionado mucho más la ficción en televisión que en el mundo del cine?

-Como espectador sí que he visto cambios sustanciales en la tele. Pero desde que estrené la película Azuloscurocasinegro, allá por el 2006, he visto también cambios brutales en la forma de rodar el cine, incluso más que en las series. Creo que van en paralelo y que cada uno ha tenido su propio proceso de evolución, y casi siempre muy rápido.