¿Alguien conoce a alguien que tenga un audímetro? No. Al menos, ni yo ni ninguno de mis amigos conocemos a nadie. Incluso ha habido quien me ha cuestionado la existencia de estas personas. Pero, por fin, he dado con una de ellas. Joana Botella (Barcelona, 1941) lo ha tenido y ha estado tentada de llamar a la radio para explicarlo, pero no es de las que toman este tipo de iniciativas. En esta ocasión nos cuenta sin pelos en la lengua lo que ha supuesto el audímetro para ella y su familia.

--¿Usted tuvo un audímetro?

--Sí, hace un tiempo tuve uno que servía para toda la familia.

--¡Es la primera vez que conozco a alguien que ha tenido un audímetro! ¿Y cómo fue?

--Pues un día me llamaron y me lo propusieron. Anteriormente ya había participado en las encuestas. Para saber las tendencias en el consumo, el tipo de gasto de cada familia...

--¿Al cabo de un tiempo la volvieron a llamar y le propusieron participar con un audímetro?

--Sí, pero eran empresas diferentes, que no tenían nada que ver.

--¿Y qué le dijeron?

--Me contaron que si aceptaba la propuesta vendrían unos técnicos a casa y me colocarían unos aparatos al lado del televisor.

-- ¿Como si fuera un DVD?

--Pues lo mismo. Había un aparato debajo del televisor, tipo DVD, y otro al lado que servía --supongo-- para controlar lo que nosotros hacíamos.

--¿Controlar? ¿Cómo?

--Cuando vinieron los técnicos nos dieron un mando que era el que servía para controlar todos estos movimientos.

--¿Cómo se hacía?

--Era muy sencillo. A través de aquel mando a distancia, cada miembro de la familia se tenía que identificar. En casa vivíamos mi marido, yo, mis cuatro hijas y la abuela. Cada uno de nosotros tenía un número. Mi marido, el uno; yo, el dos, y luego venían mis cuatro hijas, y la abuela.

--¿Y qué hacían con aquel número?

--Cada vez que alguien de la familia encendía el televisor se tenía que identificar. Si yo encendía, ponía el dos. A partir de ahí, a través del mando a distancia, también puntuaba el programa que veía.

--¿Y si venía alguien que no era de la familia?

--Había un número que servía justamente para eso, para los que venían de fuera y no eran miembros de la familia. Si se ponían a mirar la tele, también se tenían que identificar. Pero ese botón era el que utilizaba menos.

--¿Quién les controlaba?

--Nadie. Y había días que te olvidabas de poner el número. Realmente, si se intentaban hacer las cosas bien era porque queríamos, porque en casa somos serios. Pero, si lo analiza bien, es muy fácil hacer trampa. No hay juego sin trampa.

--¿Qué les preguntaron?

--Cuántos éramos, a qué nos dedicábamos... Yo les conté que era ama de casa, que mi marido trabajaba. Incluso una de mis hijas, Rosa, ya trabajaba en una tele.

--¿Y se lo dijo?

--Nunca me escondí y no recuerdo que me pusieran ninguna pega. No me hicieron demasiadas preguntas pero supongo que les interesaba el perfil de familia numerosa que nosotros representábamos.

--Si usted estaba mirando la televisión con otra persona, ¿quién y cómo se tenía que identificar?

--Siempre computaba el que había encendido la televisión. Cuando acababas de ver el programa, entonces tenías que puntuar el programa.

--¿Se cobra?

--Se cobra una cantidad irrisoria. Nosotros cobrábamos unas 4.000 pesetas al mes. Y eso nos ayudaba a pagar los gastos de teléfono.

--¿Por qué dejó de tener el audímetro?

--Pues por aburrimiento... Al cabo de dos años nos cansamos.