Aún colea en Francia la polémica que generó un popular cómico francés, Stéphane Guillon, para quien los deportistas paralímpicos que participaron en los Juegos de Pekín merecían el mismo trato que los deportistas en pleno uso de sus facultades físicas. Es decir, el humorista se mofó de ellos en su programa de Radio France Inter. "Bromear sobre la discapacidad es tratar a las personas con discapacidad como al resto", dijo Guillon. Pero no todos tienen su sentido del humor y no tardaron en llegar quejas e, incluso, denuncias de los que creen que "las personas con discapacidad no necesitan crónicas humorísticas fuera de lugar para estar tan integrados en la sociedad como los que no tienen discapacidad, sino respeto y reconocimiento". Pero Guillon sigue erre que erre: "No dudo de la sinceridad de las personas que se han sentido heridas por mi actuación. Pero preferiría que dediquen la misma energía a indignarse por la situación de las personas con discapacidad en Francia: infraestructuras casi inexistentes, pensiones escandalosamente bajas..."

Este debate sirve como base para plantear la imagen que hay en España del deportista paralímpico: aparece en la tele un par de semanas cada cuatro años, y cuando llegan sus días de gloria, debe pelear con uñas y dientes para que TVE no le arrincone en un resumen de media hora en franjas intempestivas y canales minoritarios. La tele pública vive esa esquizofrenia a la que le lleva vivir de la publicidad: es una empresa pública, obligada al servicio público, pero también debe ofrecer programas de audiencia para ganar dinero. Y el paralímpico no da dinero. Para mal y para bien. El problema con el peliagudo tema de los paralímpicos es encontrar el punto medio: ofrecer el máximo de horas, disciplinas y héroes del deporte, sin caer en un exceso que provocaría el morbo que pueden crear muchas situaciones e imágenes. ¿Hay que tratar a los paralímpicos en la tele igual que al resto, como dice Guillon? ¿Es lo mismo emitir en prime time las soberbias actuaciones de Michael Phelps en la pileta que las del mexicano Ricardo Ten (con solo una pierna deforme)? ¿Sabríamos distinguir dónde acaba el homenaje a los héroes paralímpicos y dónde empieza el espectáculo morboso? ¿Qué podríamos llegar a ver si alguna que otra televisión privada, que solo se rige por los ingresos, llegase a comprar unos Juegos Paralímpicos?

Este debate ya se ha dado en Gran Bretaña, donde los profesionales están más en la línea de Guillon: Roger Mosey, director de Deportes de la BBC, es partidario de dar la mayor cobertura mediática posible, y Andrew Thompson, su homólogo en Channel 4, quiere integrar las emisiones de deporte adaptado con las del resto, en el orden que se producen en directo. Más horas paralímpicas, sí, pero con cuidado. Ya veremos qué pasa... Dentro de cuatro años, claro.