Hay ahora mismo, desperdigados por el suelo, varios tipos de forenses que salen del televisor y se instalan en la humildad de nuestras salitas o salones. Tenemos los forenses de la serie C.S.I. (Tele 5), que son de ficción. Son los mejores. Trabajan delicadamente. No son carniceros. Investigan las vísceras limpiamente. Y mientras diseccionan, nos iluminan con intrigantes historias. El otro día, en el episodio titulado Enjaulada , analizaron el asesinato de una muchacha llamada Verónica a la luz del testimonio de un joven autista llamado Aaron. Consiguieron hacer arte en la tele. Una rareza. No hace falta que les recomiende esta serie: ya es líder de audiencia en Cataluña, superando a Operación Triunfo desde hace dos semanas, cosa que reconforta. Tras C.S.I. , la escalera forense de la tele desciende. En picado. Es el caso del doctor Cabeza, auténtico forense de profesión, que sale una semana sí y otra también en el programa de Ana García Lozano, Esta es mi historia (TVE-1) y hace tonterías en lugar de disecciones. Le vimos el pasado viernes haciendo un número circense sobre brujas, magos y videntes, y el más estrafalario era él. Siguiendo el descenso, siempre hacia abajo, llegamos a las cavernas de Tómbola , Crónicas marcianas o Salsa rosa . En esta zona se han conseguido apasionantes mutaciones. El grupo de forenses que aquí laboran, en lugar de bisturí, utilizan pico, pala y cargas de T.N.T. O sea, ensamblan las enseñanzas del galeno Hipócrates con la canción de Antonio Molina, Yo soy minero. Les salen unos pintorescos conciertos: nos dejan el salón perdido de higadillos y vísceras diversas.

Es curioso, en Londres se ha armado un escándalo con ese asunto de la retransmisión en directo de una autopsia por parte de un científico. ¡Qué ingenuos son para estas cosas los ingleses! Aquí les hemos superado ampliamente: hacemos las autopsias en vida, y al final del espectáculo, el cadáver abandona el plató por su propio pie. Y provisto de un cheque. Tiene más mérito.