En el verano de 1976, España estrenaba un presidente del Gobierno joven y con una imagen fresca y moderna que abrió un tiempo político decisivo para la instauración de la democracia. Para la familia Alcántara, de Cuéntame cómo pasó , supondrá una etapa de cambios, esperanzas y desencantos. Un año más, Imanol Arias (Riaño, León, 1956) tira del carro de un papel entrañable.

--El personaje que interpreta se quita el bigote e imprime una revista de destape, al estilo de Interviú. Así las cosas, ¿cómo afronta Imanol Arias la décima temporada?

--Pues muy bien, con mucho ánimo. Además, después de haber cumplido una expectativa con la serie hasta la muerte de Franco, que fue como un final de etapa, uno entra en una especie de deriva de libertad absoluta para afrontar más etapas de la historia, y eso me renueva mucho. Tengo ganas de profundizar más, sin tanta atadura como la historia nos marcaba hasta ahora, en el personaje. Es verdad que como persona cada día notas de una manera más evidente que pasa el tiempo. Pero estos 10 años de la serie los veo como que mi vida ha estado mezclada con toda esta gente, que es como una familia, y eso hace que tengas una especie de añoranza del grupo.

--Cuando sucedieron los hechos de esa época, usted tenía la edad de su hijo en la ficción. ¿Ha volcado sus recuerdos en estos capítulos?

--Lo de Suárez ha sido un descubrimiento ahora. En aquel tiempo yo tenía 19 años y no militaba en un partido: solo éramos antifranquistas. He de confesar con vergüenza que no recuerdo nada, porque pasábamos tanto... Una vez muerto Franco, el motivo inmediato de combate se nos eliminó y la gente que no estábamos organizada empezamos a preocuparnos de trabajar, vivir la libertad, poder ir al teatro, salir a las dos de la mañana, estar con la gente, ver películas de fuera y disfrutar sin miedo. Ahora, cuando he visto el componente político que había en esos años de Suárez, me he quedado asombrado de la valentía, del rigor de muchas decisiones, del desmantelamiento del anterior régimen y de cómo le pasaron por encima, entre otros, un tipo muy joven.

--¿Cómo encaja todo eso el personaje de Antonio Alcántara?

--A él, debo confesarlo, también le van a pasar por encima. El sueño lo destruye, lo envejece. Cada sueño cumplido te acerca más a la muerte. En parte, Alcántara imita a Suárez. Cuando le dicen por la calle: ´¡Te has afeitado el bigote!´, él responde: ´¿Tú has visto al joven presidente con bigote?´. Pues eso.

--Veo que la formalidad que le imprime ser el patriarca de los Alcántara se ha impuesto.

--Me ha dejado al descubierto muchas debilidades. Por ejemplo, que me gusta llegar con tiempo, porque me gusta hacer las cosas despacio, y me citan en peluquería como a las actrices, con dos horas de antelación, y que me marcho tarde del estudio, o sea, que estoy 12 horas. Mi hijo el mayor, que tiene 21 años, se crió viajando y mientras yo viajaba por razones de trabajo. Sin embargo, el pequeño, que ha nacido con Cuéntame... , está acostumbrado a ver a su padre todos los días cuando le despierta por la manaña, y cuando quiere ponerme nervioso dice en una cafetería: ´¡Hombre, Antonio Alcántara!´. Ahora que me ve sin bigote, él cree que no estoy trabajando y le extraña que me vaya tan temprano de casa.

--¿Cuánto tiempo le lleva desprenderse de Antonio Alcántara?

--Uno ya deja de pensar en ello. Los juguetes rotos se componen de personajes que nunca abandonan a los intérpretes y que se mezclan en su vida. Hasta un personaje maravilloso como Ricardo Corazón de León te puede hacer la vida imposible y puedes llegar a ser un imbécil y un títere. Hay que distanciarse del asunto.