Nacido en Virginia el 20 de enero de 1970, Skeet Ulrich fue asesino en Scream , sentenciado a pena de muerte en Condenada y actor de moda, en los años 90, camino de convertirse en el nuevo Johnny Depp. Pero nada de eso le convenció. El alumno de David Mamet, cuyo verdadero nombre es Bryan Trout (Skeet es el mote que le puso su entrenador de béisbol, por ser pequeño y veloz), cambió Hollywood por una granja en Virginia, donde se trasladó con su mujer, la actriz Georgina Cates.

El actor interpreta en Jericho (los martes en Tele 5, a las 22.00 horas) al hijo pródigo que, tras cinco años alejado de su familia, vuelve a casa para cobrar una herencia. Pero el pueblo queda aislado del resto del país tras una explosión nuclear. Esto le dará la oportunidad de redimirse de sus faltas. La producción, que en EEUU fue cancelada tras la caída de audiencia, ha comenzado el rodaje de la segunda temporada, gracias a que sus fans acudieron en masa a la CBS exigiendo el regreso de la serie.

--¿Cómo ha sido su vuelta a Hollywood?

--Mejor de lo que esperaba. Esta serie es muy innovadora en cuanto a su premisa, el guión y la dirección. Encierra una jugosa mitología, en la que hay mezcla de drama, ciencia ficción y teorías conspirativas.

--¿Qué opina que es lo mejor que tiene su personaje?

--Que es un misterio. No sabemos nada de él, de lo que hacía en Irak y de qué es lo que le hace regresar a Jericho, aparte de cobrar su parte de la herencia. Lo mejor es que es de esas personas que pasan rápido a la acción sin pensárselo demasiado, lo cual puede ser bueno y malo.

--Tampoco es de los que se dan por vencido.

--No, por eso no piensa dejar que su novia de la infancia se le escape. Creo que lo que siente por ella es amor verdadero.

--¿Qué sentiría si se produjese en la realidad un caso como el que presenta Jericho?

--No soy fácil de asustar. Nací con una malformación en el corazón. A los 10 años me dijeron que tenía un 25% de posibilidades de vivir. Desde entonces, disfruto del presente y no hago caso a las probabilidades.

--Si ocurriera algo así, ¿podría ayudar como lo hace Jake?

--Se me da muy bien la carpintería. Si tuviera herramientas y materiales, podría hacer muebles para todo el mundo (ríe).

--Regresa a Hollywood después de cinco años desaparecido en una granja. ¿Qué le ha hecho volver?

--Echaba de menos actuar. Hollywood nunca me ha interesado, pero actuar es mi vida. Cuando hacía la película de Ang Lee Cabalga con el diablo, decía que iba a rodar seis filmes más y luego me iba a dedicar a otra cosa. Luego nacieron mis hijos y me tomé dos años sabáticos. Pero añoraba actuar: nunca imaginé que eso iba a ocurrir. Me sentía vacío, porque no tenía esa forma de expresión artística con la que escapar de la vida diaria.

--David Mamet decía que una infancia inestable es un buena base para la gestación de un buen actor. ¿Está de acuerdo?

--En mi caso, se confirma (ríe). También el haber tenido una infancia inestable ha hecho que sea un buen padre. Por eso me retiré de la actuación: para pasar los dos primeros años de la vida de mis hijos a su lado. Creo que son lo más importante.

--¿Añora la vida en el campo?

--Echo de menos el aire limpio. Los fines de semana me llevo a los niños al campo. Es una escapada que me sirve para cargar las pilas.

--¿Cómo pasa el rato libre que le dejan el rodaje y sus hijos?

--Jugando al golf. Es un deporte de milímetros. Una fracción del movimiento del palo puede hacer que un golpe sea bueno o malo. Es como vivir de momento en momento. En la profesión de actor pasa lo mismo: la buena actuación se produce en un momento de conexión absoluta con el personaje. Cuando ocurre, es tan suave que no te das cuenta.

--Volviendo a la serie, ¿qué espera de ella para la próxima temporada?

--No sabemos todavía lo que ocurrirá, y eso me gusta. Es muy excitante tener un personaje que va cambiando a lo largo de 22 episodios y nunca sabes dónde va a llegar. Es un subidón de adrenalina.