O sea, Rafael Simancas y Jesús Gil. ¡Ah!, qué contraste. Los reunió Fuentes (La noche con... , T-5) la madrugada de ayer. Disfrutamos. Gil sale de la presidencia del Atleti. Simancas entra en la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Y son el uno al otro lo que un huevo a una castaña. Ambos evocaron sus querencias personales.

Fíjense ustedes que disparidad. Gil habló del mundo de Las Vegas: Que nadie se muera sin ir a Las Vegas" nos dijo con satisfacción. Y añadió: "Aquello es el paraíso. Te ponen una villa. Te ponen limusina. Lo que quieras. Todo. A cambio sólo te obligan a jugar un número de horas. Yo me pongo un límite de crédito: 500.000 dólares. Vas a perderlos, pero disfrutas", y le caía la baba recordando heroicas batallas en Nevada, plantado en la mesa de black-jack.

Otro motivo de orgullo personal fue el tema del ozono. ¡Ah!, contó maravillas de este gas. Explicó: "Debido a la persecución de la fiscalía, que lleva cuatro años acosándome, la testosterona me ha bajado al 15%. Eso es muy duro. Eso es algo que no les perdono a esos hijos de...", y como es hombre de recursos, se hace inyectar directamente el ozono por la vía intravenosa y recobra la alegría braguetera ipso facto.

El otro presidente, el recién electo Simancas para la Comunidad de Madrid, versó sobre otros recuerdos personales. Evocó la emigración de sus padres, pobres de solemnidad, hacia Dortmund, una de las capitales del milagro alemán.

Recordó: "Vivíamos en unos bajos de un bloque de pisos. 40 metros cuadrados. Dos habitaciones, cocina, y un baño comunitario en el pasillo".

Contó también sus grandes alegrías personales: un Simca 1000 que tuvo hace años, bailar break-dance, y el otro día, tras el recuento electoral, la torre de caramelos chupa-chups que le regalaron sus colegas de campaña.

Queda a juicio del respetable decidir quién de ambos es el huevo, y quién la castaña.