Paula Vázquez lleva cuatro temporadas pateando selvas y sabanas en biquini, a razón de 80 biquinis por temporada. De esta experiencia ha aprendido a vivir con lo puesto, a ver la televisión con distancia, a intuir a los hipopótamos en las aguas fangosas y a diseñar biquinis. Lo cuenta por teléfono.

--¿De veras está en Kenia?

--¿Dónde cree que estoy?

--¿En Port Aventura?

--(Ríe) ¡Si supiera cómo quema el sol, lo poco que dormimos y las palizas que nos pegamos!

--No sufra. Sigue usted en la lista de las más deseadas.

--El cuerpo es un arma que sé utilizar, pero lo que me fascina de mi trabajo es comunicar, contar bien una historia, atrapar a la audiencia.

--Si usted lo dice...

--Coco Chanel decía que "no hay mujeres feas, sino vagas". Yo me lo he currado. De pequeña era feísima, alta y desgarbada. Mi madre me apuntó a un curso de modelo para ver si andaba recta. Luego se convirtió en mi profesión. Pero en la vida normal detesto llamar la atención.

--República Dominicana, Brasil, Kenia. ¿Huye de algo?

--De un tipo de televisión sensacionalista que no me gusta. En esa televisión no hay cabida para gente con principios. Yo tengo unos valores y sé que no podría hacer un programa en el que tenga que despellejar vivo a alguien. Porque no me sale del corazón, porque volvería llorando a casa y no me parece justo.

--Pero Aventura en Africa no es precisamente La clave.

--Sensacionalismo es usar la vida privada para ganar audiencia. En la selva nos montamos nuestra película. Aquí se juzgan las estrategias de supervivencia.

--¿Los famosos famosean?

--Están acostumbrados a que la gente les baile mucho el agua. Al principio les cuesta admitir que los cámaras no les den los buenos días y que no les consuelen.

--A usted sí la consolarán en el hotelazo en el que debe estar...

--Las gastroenteritis las cojo cuando vuelvo a España y me bajan las defensas. Pero a mí me ocurren otras cosas. Durante tres meses no hacemos transacciones de dinero. No compramos nada. Así que llego a casa con fiebre consumista.

--Con lo versátiles y económicos que resultan sus biquinis...

--He llevado más de 300, entre las cuatro ediciones. Y he acabado teniendo tan claro cómo los quiero, que los diseño yo. Son cómodos, étnicos y nada caros.

--Acostumbrada a tan poca ropa, ¿resiste ir vestida?

--¡El biquini lo llevo media hora! Aquí se imponen las botas altas, los pantalones cerrados y la manga larga. Hay serpientes peligrosísimas. Los mosquitos transmiten un tipo de malaria que produce lesiones cerebrales... ¡Esto es la leche!

--Los masai son de su estatura. ¿Le anima?

--¡Yo no los veo con esos ojos! Es más, me da la sensación de estar viendo una de las últimas generaciones de masai tradicionales. Mientras el jefe de un poblado celebra sus ritos, su hijo llama por el móvil y controla el ordenador. Lo dramático es que el sida los castiga dramáticamente.

--Descartado Kenia como destino de sus vacaciones.

--El pasado verano recorrí la costa andaluza en autocaravana. Y fui realmente muy feliz.