Las hermandades de la Buena Muerte y del Silencio, dos de las cofradías más respetadas y venerables del municipio de Orihuela (Alicante), han hecho de tripas corazón y han aceptado romper con su tradicional hora de salida de la procesión en Semana Santa para que TVE las retransmita cuando le vaya bien (por necesidades de la programación, claro).

Así, el próximo 20 de marzo, Jueves Santo, los alumbrantes de la Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte adelantarán su salida a las 19.30 horas, mientras que los de la Hermandad del Silencio harán lo propio a las 20.30 horas.

Ambas han aceptado sacrificar la santa tradición en mor de Orihuela. Es decir, de los pingües beneficios promocionales que la televisión dejará en esta localidad alicantina (ciudad histórico-artística y monumental) y en su espectacular Semana Santa, declarada de Interés Turístico Nacional, y que aspira al reconocimiento de interés internacional. Y la tele ayuda mucho a reconocer.

Plegarse a estas exigencias audiovisuales provocó una fuerte polémica en la Junta Mayor de Hermandades, Cofradías y Mayordomías oriolana. "Afecta profundamente a nuestras normas y costumbres", reconocieron los capuchinos del Santo Silencio. Pero, al final, se impuso el pragmatismo por encima de la tradición, lo que ha desencadenado una movida de órdago: tienen que conseguir que comercios, oficinas y domicilios por los que pasan habitualmente, de madrugada, tengan ahora a bien apagar las luces y mantener un respetuoso silencio --con móviles incluidos-- y una recogida penumbra cuando desfile el cortejo pasional del Silencio.

Los creyentes se pueden hacer una pregunta: ¿Es correcto que la televisión imponga su ley por encima de las más arraigadas tradiciones cristianas? Cada cual tendrá su opinión. Pero al común de los ciudadanos españoles puede sorprendernos la curiosa ductilidad de la cúpula católica. Por un lado, se enfrenta directa y públicamente al Gobierno socialista con la concentración a favor de la familia (el 30 de diciembre, en Madrid). Y, de paso, acusa al Ejecutivo de atacar la democracia y los derechos fundamentales, pide directamente el voto para los partidos que no negocian con ETA y critica su ley del matrimonio homosexual. Pero, por otro lado, esta misma Iglesia mira con benevolencia cómo la tele entra como elefante en cacharrería y pone patas arriba toda una sacra tradición.

No es criticable modernizarse --y rentabilizar al máximo los ritos--, pero no estaría de más ponerse al día en todas las situaciones que afronta nuestra sociedad en el siglo XXI. Que no solo de turismo vive el hombre --y la mujer-- cristiano.