Fernando Argenta, musicólogo y divulgador nacido en Madrid. Ha dirigido, entre otros espacios, Clásicos populares , en RNE, y El conciertazo , en La 2. Ahora, después de 32 años al frente del espacio radiofónico, se retira.

--¿Cómo le sentó la noticia de la desaparición de Clásicos populares y El conciertazo?

--Me quedé muy hundido en la miseria: no me lo esperaba. Me llamaron el director de RNE, Santiago González, que casi ha sido un amigo para mí, y el de TVE, Javier Pons. Me dijeron que me tenía que ir muy orgulloso, porque había creado escuela, y que mi obra iba a continuar con otro programa. Pero la procesión iba por dentro...

--¿Lo ha superado ya?

--Los compañeros y los amigos me han ayudado con mucho cariño. Casi me daba vergüenza abrir el micro en el concurso de la radio, porque la gente se ponía a llorar. Me ha dado mucha pena. Mi trabajo me gustaba mucho y no me siento todavía tan cansado como para dejarlo.

--¿Se va de RTVE con rencor?

--En absoluto. RNE ha sido mi casa durante 40 años, con un balance muy positivo para mí. En cualquier trabajo hay momentos malos, pero si hago balance, este es fenomenal. He tenido una suerte tremenda de trabajar en una emisora pública, porque en otra no hubiera podido realizar los programas que he dirigido. Además, he hecho lo que me ha apetecido y he disfrutado como un loco. Y encima me lo han agradecido. No puedo irme con rencor.

--¿Hay alguna lectura positiva en esa marcha?

--Me voy con un poco de alegría por varias razones: podré hacer otras cosas que no he hecho hasta ahora. De momento, descansar; tomar unas vacaciones que no tengo desde hace más de 10 años, y sentarme a pensar. A lo mejor, con un poco de suerte, puedo seguir haciendo cosas que me diviertan. Porque la casa ha cambiado y va a ser otra cosa.

--Eso suena a crítica...

--No, pero parece que somos una generación acabada y pasada. Hay que renovarse o morir, como dice el refrán. Así que hay que pasar página.

--¿Le planteó a la dirección una posible continuidad, a pesar de haberse acogido al plan de regulación?

--Sí, pero no han querido. No me han dado ninguna razón, y yo tampoco la he pedido. Cuando insistieron en que acababa, no me pareció bien preguntar más. Ellos sabían que yo podía renunciar al ERE.

--¿Por qué pasará a la historia de la radio Clásicos populares?

--Porque es un programa de música clásica que lleva 32 años en antena. Solo por eso tiene que constar en algún sitio. Cuando empezó, la música clásica era un cero a la izquierda. El panorama ha variado un poco, pero en su momento fue un espacio innovador. Cada vez que cambiaban al director de la emisora, yo estaba a la expectativa. Nos trasladaban de hora, porque algo tenían que hacer para justificar su dirección, pero continuábamos. Y eso ha sido realmente un milagro.

--¿Qué méritos ha cosechado?

--A lo mejor, que hemos puesto toda la carne en el asador. Para mí, ha sido mi vida. He mamado la música clásica, y eso me ha dado fuerzas para continuar divulgándola. Era una espina clavada desde que era joven. Empecé con un grupo de rock, pero no entendía muy bien la razón por la que mis amigos no sabían quiénes eran músicos como Schubert o Schumann.

--¿La música clásica ha dejado de ser terreno abonado para minorías?

--En ciertos aspectos, sí. En otros, no. Hay todavía algunos reductos fundamentalistas que piensan que la música clásica es suya: un club exclusivo hecho con todo el boato que se requiere. Pero eso no es incompatible con que llegue a la calle.

--¿Qué va a hacer ahora?

--¡Pues a vivir, que son dos días! Disfrutar de la familia, darme paseos, nadar, ir al cine --desde el estreno de Lo que el viento se llevó no he vuelto (ríe)--, leer y vivir. Y si luego me surge alguna cosa que me divierta, pues yo encantado, porque a mí me gusta mucho lo que hago.

--¿Ha recibido ya ofertas?

--Alguna, pero son de trabajar demasiado... Cuando tienes 63 años, también quieres vivir un poco la vida.