-¿Cómo es Carol, su personaje en ‘Apaches’?

-Es una chica del barrio, pero no es originaria de allí. Llega con 16 años y viene de dar muchos tumbos. Es una joven poco convencional, muy abierta y se quiere comer el mundo a bocados. Es, además, promiscua. Tiene todos los ingredientes para chocar en un barrio como este: la gente la juzga, la margina y la rechaza, pero ella es contrafóbica y su actitud es siempre de pasar de lo que piensan de ella. Sufre en sus carnes la lacra que todas las mujeres llevamos encima con esto de que es una puta. Luego ella es una chica que no quiere quedarse en el barrio estancada, porque tiene ambiciones y la mirada puesta en otros mundos. Por eso empieza a trabajar como modelo haciendo fotos y le empiezan a pasar cosas. Parece que la vida le sonríe, pero de repente se lleva una gran torta que acaba con su regreso al barrio como un perro apaleado. Se convierte en la amante de Alfredo, el chatarrero-mafioso.

-¿Había leído la novela antes de meterse en el proyecto?

-Había oído hablar de ella, pero no la había leído. Luego me enteré de que iban a hacer una serie y me la leí antes de hacer el casting. Me puse muy nerviosa leyéndola, porque me enganchó de verdad y me angustié. Me la acabé en una semana. Estaba todo el día leyendo. Me gustaba cómo iba avanzando la historia. Está muy bien hilada. Yo no sabía que era autobiográfica, pero me lo dijeron antes de empezarla. Eso me hacía sentir más curiosidad y sorprenderme aún más. Tiene ese componente de vértigo y peligrosidad que a mí me encanta. Carol me gusta porque al ser un personaje tan juzgable me interesaba descubrir el porqué de su conducta.

-Parece usted muy nerviosa. ¿Eso es bueno para hacer televisión?

-Yo soy muy temperamental y pasional. Me dejo llevar por el corazón. No es que sea una cabra loca, pero a la hora de elegir me guío por las intuiciones. Para mí la tele es pesada por el tema del ritmo. Es mucho tiempo de compromiso y también me gusta la libertad que da poder cambiar de proyecto cada dos meses. No era por no estar en la tele. Ahora me apetece estar más cerca de la gente. En el cine hay siempre mucha más distancia, mientras que en la tele hay una devolución directa que, aunque por un lado me da un poco de miedo y me asusta, por otro me apetece saber qué es lo que recibe la gente en la calle.

-Pero esta serie tiene la ventaja de ser conclusiva y no admitir segundas partes. ¿Eso es importante para ustedes los actores?

-Sí. Y para el espectador también.

-¿Tiene algo en común con Carol? ¿Eso de comerse el mundo?

-Sí, pero eso es más de la Carol de antes. La de después está más desconectada de la vida. Para poder sobrevivir y no sufrir, como nos pasa a todos, tenemos mecanismos de defensa. Esta tía ha sufrido tanto que para poder seguir adelante necesita no remover más mierda. Yo, en cambio, soy la Carol de antes. Hay muchas experiencias de su vida que yo ni las he olido y que eran un reto, porque este personaje tiene mucho dramón dentro.

-¿Tenía prejuicios contra la tele como algunos compañeros actores?

-Es que el prejuicio que he tenido siempre contra la tele está justificado. Hay poco tiempo, no hay el dinero necesario y vamos muy rápido.

-Pero en el cine tampoco hay ahora ni tiempo ni dinero…

-Sí, eso es verdad. Se está acercando a la tele. Pero intuyo que va a haber una recuperación: lo huelo en el ambiente.

-¿No cree que ‘Cuéntame…’ da ya síntomas de fatiga?

-Yo es que no puedo opinar como espectadora, porque no tengo tele desde hace muchos años.

-¿Por qué?

-Por salud. No verla me libera mucho. Veo películas y series que compro. La tele te deja embobado y enganchado. Hay muchos contenidos que a mí no me aportan nada. Si me quiero informar, ya tengo mis medios. Si quiero ver audiovisual, ya tengo internet. La tele no me ocupa más que espacio y me quita mogollón de energía.