El lunes, la furgoneta de Vivo cantando (Tele 5) llegó a Oviedo. Primero descargaron a Karina, que es la estrella kitch de esta operación Baúl de los Recuerdos. Luego fue desfilando el resto. Ya saben: Elsa Baeza, Alma María, Tony Ronald, Braulio, Micky... Entre los bultos también salió José María Iñigo, que es de la época --la época de la tele en blanco y negro-- y quedó muy bien porque le han comprado un traje en Todo-a-Cien , y no le cabe la barriga, y le aprieta. Una vez montada la parada sobre el escenario del Palacio de Congresos ovetense, apareció Jesús Vázquez y gritó: "Fueron números uno alguna vez en su vida. Ahora han tenido la valentía de volver", y lo primero que hizo el presentador fue pedir a la audiencia que llamase por teléfono y que expulsasen a uno de estos dos: a Alma María o a Tony Ronald. Y mientras el público meditaba a quién decapitaba primero, Karina confesó: "Lo que más me cuesta es cantar y dar pasos de baile a la vez". O sea, mientras entonaba la estrofa Aires de fiesta , para-pa-pá tenía que levantar el brazo izquierdo al mismo tiempo. Tras este viaje a Oviedo en furgoneta; tras ese simulacro de votación de Eurovisión, pero en plan Autonomías de la España Rupestre al teléfono... Tras todo eso que vimos el lunes, mi comentario de la semana anterior se quedó corto. No es que haya un puntito de maldad o de perversión, es que la crueldad que se destila es enorme. Estas criaturas, por cursis que puedan parecer hoy sus canciones, no merecen ser exhibidas en la tele como la operación Juguetes Rotos. Aunque es verdad que sarna con gusto no pica, y que la necesidad de salir en la tele es enorme, estos cantantes no son juguetes rotos. Al menos no lo eran hasta que llegó Vivo cantando para darles un empujón.