La han visto tantas veces que se la saben de memoria, como la tabla de multiplicar. Cada 31 de diciembre y cada 13 de enero, casi todos los canales de televisión rusos reservan un hueco para una misma película: La ironía de la suerte . Esta tradición no ha cambiado desde 1975, y para varias generaciones de rusos no hay Año Nuevo sin esta comedia romántica. "Si no la veo me falta algo esencial. Es como un referente de la Nochevieja", dice Irina Taraskina, profesora de ruso en Moscú.

Los rusos celebran la Nochevieja dos veces al año: primero, según el calendario gregoriano, como en toda Europa, y de nuevo 13 días después, según el viejo calendario juliano, por el que aún se rige la Iglesia ortodoxa rusa. El Estado usa desde 1917 el gregoriano, que se adelanta 13 días al juliano. El día de Navidad ortodoxo cae el 7 de enero.

La película, tan imprescindible para celebrar el Año Nuevo como la ensalada rusa, el dulce champán ruso, el vodka, las mandarinas y el abeto de Navidad, es un cuento navideño. Trata de un grupo de amigos que se reúne en una casa de baños de Moscú horas antes de la Nochevieja. Se emborrachan y no pueden recordar quién de ellos tiene que ir a la antigua Leningrado. Los más sobrios hacen un sorteo para llevar al aeropuerto a Zhenia, un médico, a quien le espera su novia en su casa moscovita. Zhenia hace el viaje sin darse cuenta. Al llegar, coge un taxi y resulta que la dirección que tiene en Moscú también existe en Leningrado. Encuentra un edificio idéntico al suyo de la capital y consigue abrir con su llave la puerta del apartamento, que también le parece el suyo. Allí, dormido, le encuentra Nadia, una bella maestra que llega para preparar su casa para la visita de su novio, un tipo serio y bien colocado. Tras unas horas, la mujer se enamora del visitante inesperado.

La idea de sacar partido de la nostalgia de los rusos por esta parte esencial de su pasado reciente estaba en el aire desde hace años. Así, estas fiestas se ha estrenado en los cines rusos, en medio de una campaña de promoción sin precedentes, la continuación de La ironía de la suerte . La presión para animar a los espectadores a ir al cine ha sido enorme. Actualmente, solo unos siete millones de rusos tienen la costumbre de ir al cine regularmente. Las encuestas muestran que al menos unos 30 millones irían al cine. Pese al escepticismo, el filme ha conseguido lo que no han podido ni las películas estadounidenses más populares. Todos quieren verlo, todos. Hasta los pensionistas están dispuestos a gastar entre 3 y 10 euros en el cine.

El efecto ha sido más notable en la Rusia rural, donde ha habido colas. "¿Por qué no iba a verla? Han sido como nuestros vecinos. Quiero saber qué ha sido de ellos", dice Tatiana Fiodorova, de 63 años, pensionista de Vladimir, a 200 kilómetros de Moscú. Tatiana no había ido al cine desde los años 90.

En la nueva actúan los protagonistas de la primera parte y sus hijos. Nos enteramos de que Zhenia y Nadia no se casaron, y tienen hijos de sus respectivos matrimonios fracasados. El hijo de Zhenia viaja a San Petersburgo el 31 de diciembre y penetra en el mismo apartamento que su padre tomó por el suyo hace 30 años. Quiere decirle a Nadia que su padre la ha querido toda la vida. Pero se enamora de la hija de Nadia, que está a punto de dar el sí quiero a un nuevo rico. El éxito de la película prueba que, 30 años después, los gustos de los rusos son los mismos.