--¿Le ha resultado difícil interpretar a Raphael?

--Bueno, lo difícil se ha convertido en fácil. Lo más complicado fue asimilar que tenía que hacer de repente de Raphael: lo ves como una cosa monumental. Luego llega el rodaje, te lanzas y todo te parece fácil.

--¿En qué se ha inspirado?

--He intentado fijarme en los pequeños detalles. Creo que un intérprete, a diferencia de un imitador, debe fijarse en la energía que mueve al personaje. Debes hacerlo tuyo para hacerlo creíble y generar la ilusión de que es Raphael.

--No será de esos miles de españoles que han imitado alguna vez a El niño de Linares...

--Jamás le había imitado. Yo llegué a España con 18 años y no he tenido una cultura de música española. Mi abuelo era embajador y mi padre funcionario de la ONU. He vivido en Camboya, Vietnam, Paraguay, Túnez... Mi cultura era francesa, pero cuando venía a España de vacaciones era inevitable encontrarse en la tele y en todas partes con Raphael.

--¿Y qué opinión tenía de él?

--Era una figura extraordinaria, el primer cantante internacional potente que tenía España. Se parecía un poco a ese tipo de intérpretes como Gilbert Becaud. Hacía unos quiebros insólitos en el escenario, y yo siempre decía que era como un actor y como un torero.

--¿Hubiera sido buen actor si no llega a cuajar como cantante?

--El siempre ha dicho que se considera artista. Esa vocación deriva luego en actor, intérprete y cantante, pero podía haber sido un gran actor. De hecho hizo algunas películas, y tenía un montón de fans en el cine.

--¿Le ha asesorado Raphael para construir mejor el personaje?

--He tenido conversaciones muy fluidas con él. A Raphael lo conozco desde hace mucho tiempo porque es un gran aficionado al teatro. Venía a verme cuando yo estaba haciendo alguna obra. Creo que él estaba contento de que fuese yo el intérprete, y no otro actor demasiado imitador o proclive a la caricatura. Yo, en cambio, soy incapaz de contar un chiste porque no tengo ninguna gracia.

--¿Les ha corregido cosas?

--Ha sido muy respetuoso. Desde el principio dijo que no nos quería condicionar. Nos ha dejado mucha libertad para trabajar su personaje.

--¿Usted se compró alguna vez un disco de Raphael?

--Creo que no. Bueno, quizás El tamborilero . Es que te llegaban a casa los discos o te los regalaban por Navidad.

--¿No cree que su figura fue vampirizada por el franquismo?

--Eso forma parte de la época en que te toca vivir. Supongo que los cantantes, los toreros y los personajes famosos se veían obligados a rendir pleitesía al dictador. ¿Qué vas a hacer? Formaba parte del protocolo de la vida: ir a cantarle a Franco o que le gustes a la mujer del dictador. Creo que iba a cantar a El Pardo residencia de Franco, pero allí iban todos.

--¿Le ha afectado ver cómo su relación sentimental con Pastora Vega se situaba en el punto de mira de los medios del corazón?

--Al principio te afecta, como a cualquier persona. Yo soy una persona normal, que me dedico al teatro. Y esas situaciones incomodan tu vida cotidiana. Lo que más me molesta son esas faltas de respeto de ciertas generaciones nuevas de periodistas que no saben. Creen que eres un arribista y que acabas de nacer ahí, cuando llevas tantos y tantos años dedicado a esto.

--Falta de memoria histórica, ¿no?

--Tú no tienes la culpa de que la otra gente no tenga la cultura suficiente para saber quién es quién. Pero no me preocupa, porque uno acaba acostumbrándose a todo. Esto es como las mareas, que suben y bajan.

--Pues ahora estará más tranquilo viendo que la marea retrocede...

--Sí, es así. Poco a poco, vuelven las aguas a su cauce. Yo creo que uno relativiza las cosas. Es verdad que lo pasas mal viendo que determinada gente que ha sido amiga hace comentarios que duelen. Pero esas cosas se pasan y te acostumbras a tener a alguien en tu puerta que te persigue constantemente.