Hay pocos pesonajes tan controvertidos como Fidel Castro. Desde su entrada en la ciudad de La Habana, hace más de 40 años, hasta la actualidad, en que se ha transformado en la imagen de un régimen brutal incapaz de evolucionar, el dirigente cubano forma parte de la iconografía revolucionaria del siglo XX. Para lo bueno y para lo malo, los documentales que emite la televisión sobre su trayectoria política y personal siguen teniendo interés, como el que el domingo por la noche, emparedado entre dos partidos de fútbol, ofreció La 2 con el título Querido Fidel .

La producción recurre a una de sus amantes, la alemana Marita Lorenz, para describir cómo era aquel personaje que derrocó el régimen de Batista, junto a otros barbudos de Sierra Maestra, y para explicar los primeros intentos del complot que urdieron la CIA, el FBI y la mafia para derrocarlo.

En el relato histórico se describen detalles de la fuerte personalidad del dirigente cubano: mirada directa a los ojos, grandes dotes de convicción y una frase que Lorenz atribuye al joven revolucionario: "Decía que era como Jesucristo, que era igual que Jesucristo". Una cita que, 40 años después, suena como una dramática premonición.