Insiste Chicho Ibáñez Serrador en demostrar que no todos los animales que aparecen en la tele son iguales, y que algunos dan buen ejemplo. Primero fue en Waku-waku , y ahora, en Jimanji kanana , dos programas blancos y puros sobre conductas curiosas de seres más o menos exóticos. Ambos concursos son clavados. Incluso se pasaron en la misma franja: los domingos por la tarde, en TVE-1. Sólo cambia el título, porque el de Waku-waku se lo birlaron a Chicho: hubo un ser muy racional que lo registró y aprovechó el éxito para comercializar una revista de animales y una firma de ropa interior masculina, de las que el autor no ve un duro. Pero Chicho sigue predicando el amor por los irracionales con este show modesto, sencillo, pero bien acabado y entretenido.

Eso sí, su blancura tiene un precio: Jimanji kanana tiene poco más de un millón de seguidores; pobre cosecha para quien superó los 15 millones. Y eso que para él sería fácil triunfar: con vídeos sobre el ritual de apareamiento de Dinio, la técnica para lograr alimentos de Yola, la inteligencia emocional de Pocholo y la fascinante lengua viperina de Matamoros arrasaría. Chicho ha dicho que sabría hacerlo, pero que le avergonzaría. Eso es ética.