Para terminar la temporada con buen tono muscular, Fernando Sánchez Dragó (Negro sobre blanco , La 2) enfrentó el pasado domingo a dos pesos pesados de la filosofía ibérica actual. A su derecha (muy bien ubicado, por cierto) sentó al pintoresco catedrático, hoy jubilado, don Gustavo Bueno, personaje que alcanzó fama gracias a que Merceditas Milá le sacaba en los debates de Gran hermano , y el emérito profesor, agradecido, hilvanaba agropecuarias teorías para dar altura a un concurso que no era más que enana ratomaquia. A su izquierda (también muy bien situado), Dragó sentó a Ignacio Sotelo, catedrático en la Universidad Libre de Berlín, y cerebro que demostró estar mucho mejor amueblado que el de su interlocutor.

Y entre ambos duelistas, Dragó puso tres cuchillos, tres conceptos de hoja afilada; a saber: la izquierda, la igualdad y la libertad. Y con estas tres armas se logró una batalla de una virulencia extraordinaria. Había que ver a Bueno vociferar contra Sotelo llamándole "Eres la izquierda indefinida. No entiendes nada. Estás patinando", y a Sotelo contraatacar diciendo: "Eres un simplista. Un apologista de la derecha. Un tomista. Tus libros no aclaran absolutamente nada". Y mientras tanto Dragó, para sosegarles, les comunicaba: "Señores, hay tila en el ambigú", expresión deliciosa y periclitada que sólo está al alcance de espíritus finos y cultivados.

El mejor momento fue cuando tocaron el tema de la desigualdad. Mantenía el catedrático Ignacio Sotelo que el origen de la desigualdad es la propiedad individual. Y que la ausencia de igualdad acaba con la libertad. Protestó entonces el catedrático emérito Gustavo Bueno ante apreciación tan izquierdista. Y resoplando masculló: "¡Qué horror, qué horror!". Y la tila del ambigú no era suficiente para calmarle. En suma, Dragó no ha conseguido esta vez que hubiera algún tortazo, como aquel que le dio hace un año García Viñó a Molina Foix, pero ha logrado audiencia filosofando. También es una hazaña.