Por fin volvió el miércoles a Tele 5 la teleserie Siete vidas . Como la habían anunciado, y luego aplazado, incomprensiblemente, varias veces, nos colocaron dos capítulos seguidos. No sé si era una expiación ante tanta tropelía, o quizá lo que pretenden es sacarse rápidamente la telecomedia de encima. No se merece este trato. Es un invento de lo más potable y divertido. Y ahora que han fichado a Santi Millán, más todavía. ¡Cómo triunfa este pollo! Pega unos besos de tornillo de tal intensidad y envergadura que ha hecho de la humilde tuerca metalúrgica un ars amandi irresistible. Para que luego digan que los catalanes somos sosos y no tenemos gancho, ni salero, ni alegría. Millán ya apuntó maneras en Periodistas . Allí su intervención fue breve. Apareció cuando ya estaba acabando aquella teleserie. Pero no perdió el tiempo. En sólo dos o tres capítulos dejó constancia de su brío: les pegaba unos meneos a las becarias, redactoras, y hasta redactoras jefas, que luego, en lugar de artículos periodísticos, les salía el Consultorio de la señora Francis en letra bastardilla. Aquello fue tremendo. La estimable actriz Alicia Borrachero todavía lo debe de recordar con infinita melancolía. Aquí, en Siete vidas , Millán, nada más aparecer, le pega un roscón buco-labial a la pimpante Eva Santolaria que ha dejado maravillada a María Isbert, actriz que interpreta el papel de abuela de nuestro héroe. Un nieto así reconforta, sí señora, estamos de acuerdo. Con la Isbert también hemos disfrutado.