Un policía irrumpe en un aula del instituto de Twin Peaks buscando a Bobby Briggs. La profesora contesta que Briggs es de otra clase. El agente le transmite una noticia en voz baja. Una chica corre gritando a través del patio. La joven Donna observa el asiento vacío de su amiga Laura y hace la terrible conexión. James, amigo de ambas, rompe su lápiz en dos con una sola mano.

Esta última imagen es historia de la televisión, como tantos otros momentos de Twin Peaks, ese clásico estrenado en Estados Unidos en abril de 1990, ahora hace 20 años (a España llegaría en noviembre, a través de Tele 5). En un gesto parecido al de James, el director David Lynch y Mark Frost hicieron crujir el concepto de teleserie al crear este culebrón surrealista con misterio criminal al fondo.

Lynch y Frost partieron el modelo en dos y lo volvieron a juntar con una fórmula nada común: ritmo lento, personajes como salidos del frenopático, una alternancia constante entre el humor surrealista y una tensión terrorífica, desdén absoluto por cualquier clase de coherencia. Puro David Lynch.

En una entrevista concedida a The Guardian, Frost decía: "La cadena ABC nos pasaba notas pero creo que no prestamos atención a una sola de ellas". Ellos preferían dejarse llevar por la intuición, en una apuesta por el todo vale después aumentada por Perdidos en el juego de coordenadas espacio-temporales.

EN ´PRIME TIME´

Todavía hoy sorprende que algo tan extraño como Twin Peaks fuera emitido en horario de máxima audiencia. Era una serie demasiado rara, demasiado personal, demasiado... buena. En Tele 5, los extraños sueños del agente Cooper con gigantes compartían parrilla con las Mamachicho y Goles son amores . Y a pesar de todo ello, gustó. Más que eso todavía: fascinó y enloqueció. La serie llegó a ser una de las más vistas de los 90, además de la niña mimada de la crítica.

Esta especie de Objeto Visual No Identificado era objeto de rituales de visionado y tema agitado de conversación al día siguiente en la oficina, un poco como ahora Perdidos, con la diferencia de que Twin Peaks la veía realmente todo el mundo. Toda clase de público, de los acólitos del mundo Lynch a quienes solo buscan en la tele una diversión sin complicación.

Todo el mundo amaba a Dale Cooper (Kyle McLachlan), el agente especial del FBI pegado a una grabadora con nombre de mujer: Diane. Todos los hombres soñaban con las chicas Twin Peaks, de la misteriosa Laura Palmer --suma de todas las mujeres: díscola, mártir, beatífica-- a la solo en apariencia angelical Donna Hayward (Lara Flynn Boyle).

REFERENTES DIARIOS

Todo el mundo quería saber dónde encontrar una tarta de cereza como la del Doble R, todo el mundo tenía el disco de la banda sonora compuesta por Angelo Badalamenti. Y, por supuesto, todos queríamos saber quién diablos mató a Laura Palmer. Al final se supo y, con ello, la serie perdió la excusa de todas sus diferentes tramas, derrapando en callejones sin salida. Puede que, en su tramo final, la producción fuera algo resbaladiza, pero la serie Twin Peaks ya había oficiado su magia; sería difícil de olvidar y fácil perdonar sus pecados.

Y 20 años después, el mito todavía continúa vivo.