A la cuarta, Río de Janeiro pasó el corte, llegó a la final y se llevó el pastel olímpico, una tarta maravillosa que permitirá a esta ciudad de más de seis millones de habitantes vivir la mayor transformación de su historia. Por este motivo, tanto el Gobierno brasileño como la ciudad se han volcado en un proyecto que, avalado en su integridad por el Banco de Brasil, tiene el mayor presupuesto de todas las candidaturas presentes ayer en Copenhague.

Casi 10.000 millones de euros es la cifra con la que cuenta Río para convertirse en sede olímpica y, como prometió ayer Lula da Silva, presidente del país, organizar "los mejores Juegos de la historia". Río, considerada por la revista Forbes como la "ciudad más feliz del mundo", tiene por delante un trabajo descomunal, ya que de las 33 instalaciones deportivas que se utilizarán durante la cita olímpica, solo el 53% están construidas. Una de ellas es el estadio olímpico Joao Havelange, inaugurado para los Juegos Panamericanos del 2007 y con una capacidad para 60.000 espectadores.

Curiosamente, no será en este escenario donde se celebren las ceremonias de inauguración y clausura. Ambos espectáculos, en una decisión sin precedentes, serán albergados por el estadio de Maracaná, reformado también para el Mundial de fútbol del 2014, que también organiza Brasil. La Villa Olímpica, que contará con 32 edificios de 12 plantas, permitirá a los deportistas (más de 18.000) llegar a las instalaciones andando en menos de 10 minutos.

En los aspectos en que Río deberá hacer un mayor esfuerzo es en dotar de más hoteles la ciudad (actualmente solo cuenta con 19.000 camas en un radio de 50 kilómetros) y modernizar la red de comunicaciones. Se destinarán más de 3.000 millones de dólares en ello. La seguridad es otra de las obsesiones de la sede olímpica, que cuenta con un elevado índice de criminalidad. Mucho trabajo hasta el 5 de agosto del 2016.