Horas antes del anuncio de la detención de Sadam Husein, Irak vivió un nuevo episodio sangriento. Un atentado con coche bomba, perpetrado contra la comisaría de policía de Jalidiya, a unos 60 kilómetros al oeste de Bagdad, causó 17 muertos y una treintena de heridos.

La explosión se produjo a las 8.30 de la mañana y dejó un enorme boquete en el muro del edificio de dos plantas donde se encontraba la comisaría, en una céntrica avenida de la localidad. La mayoría de las víctimas eran agentes de policía que se habían congregado frente al edificio antes de incorporarse a su lugar de trabajo. Un oficial estadounidense, el teniente coronel Jeff Swisher, señaló que posiblemente se trató de un atentado suicida, aunque este extremo no ha podido ser confirmado.

ACUSACION DE COLABORAR La matanza de ayer constituye el último de una serie de atentados sangrientos contra la nueva policía iraquí, considerada por los insurgentes como un cuerpo colaboracionista con la ocupación de Estados Unidos y sus aliados. Justo ayer las tropas norteamericanas sufrieron en Irak dos nuevas bajas. Un soldado, experto artificiero, perdió la vida al estallar un artefacto que se disponía a desactivar. Por otra parte, otro soldado murió al a causa de las heridas que había recibido en el ataque perpetrado el sábado en la ciudad de Ramadi.

El impacto que la captura de Sadam tendrá en la resistencia y en su capacidad de actuación constituye una de las grandes incógnitas. El general estadounidense Ricardo Sanchez, máximo responsable militar de las tropas ocupantes, confesó ayer, aludiendo a los atentados perpetrados por los rebeldes: "No esperamos que por el momento se produzca una eliminación completa de estos ataques".