Las características del entorno cibernético son determinantes a la hora de alimentar el perfil patológico del jugador compulsivo digital. Se trata de un negocio que funciona las 24 horas, que siempre esta abierto y es accesible, y al que se puede acceder desde cualquier dispositivo (ordenador, tablet, teléfomo móvil). Esto implica, a su vez, que se puede apostar desde cualquier parte. Más ingredientes: la inmediatez (puesto que se puede hacer incluso durante el partido) y el anonimato, lo que impulsa aún más la facilidad para interactuar sin tener que esperar y con la creencia de que nadie está vigilando ese juego online. De hecho, una de las principales reivindicaciones de las asociaciones que luchan contra la ludopatía es que no existe control alguno por internet y tampoco en las casas de apuestas, lo que motiva que menores de edad puedan acceder a este negocio que tiene todos los elementos para provocar que un adolescente se vuelva adicto.

Una de las diferencias con respecto al juego tradicional es que la inmediatez provoca que cada vez se invierta más y más dinero, de manera que las deudas no dejan de crecer y se acumulan altas cantidades en poco tiempo.

Otro de los aspectos que incrementan el peligro es que la publidad para atraer hacia este tipo de actividad ha aumentado un 160% en los últimos seis años. El bombardeo es contínuo. REDACCIÓN