La carretera que sube de Cañaveral a Villa del Arco, una pedanía deshabitada en la que solo viven los cinco miembros de la familia Cornelio, está cercada por el fuego. Son casi las dos de la tarde de ayer y las llamas han estado a punto de impedir el paso al coche de este periodista. Hace mucho calor y el viento sopla en dirección a Portezuelo, donde también continúa aún vivo el incendio que asola desde la tarde del miércoles la sierra de Cañaveral y que también ha llegado al término municipal de Pedroso de Acim.

Julián Cornelio, de 87 años, lleva toda su vida dedicado al campo en Villa del Arco. Mientras recorre los alrededores de la ermita completamente arrasados por el fuego, asegura que no recuerda nada parecido en Cañaveral desde hace 31 años, cuando se produjo el último incendio de gravedad en la zona. Su figura en medio de los eucaliptos quemados parece la de una postal de terror. Emilia Fernández, su nuera, tuvo que abandonar la casa en la que residen porque corrían peligro. Hasta las cinco de la madrugada de ayer no pudo volver. "Cuando nos fuimos estaba ardiendo todo. Ha habido fuegos, pero como este nunca. Me sentí impotente", recuerda mientras suenan los helicópteros. Los bomberos lograron parar el fuego, aunque la mancha negra que rodea El Arquillo , como se conoce popularmente a la pedanía, impresiona. Afortunadamente, sus olivos y animales no sufrieron daños.

Antonio José Clemente, de 30 años, ha servido junto a su novia de guía improvisado por la zona a este diario. Conoce bien el terreno y ha participado en la extinción como voluntario. "Nunca había visto nada igual", asegura mirando los llanos de monte bajo y alcornocal que se han quemado. Dos grandes columnas de humo asoman en el horizonte, con Portezuelo al fondo. En la finca del Arco, una de las más extensas en el límite entre los dos términos municipales más afectados por el incendio, el color oro de los pastos se ha transformado en un tizón.

Las consecuencias

En la churrería de la travesía de Cañaveral el ambiente era más relajado antes de que el incendio se reavivara a mediodía de ayer en los alrededores. Carlos Monroy, el churrero, lleva 24 años en el municipio y solo recuerda mientras sirve el desayuno a un grupo de vecinos el precedente de Grimaldo en el 2003. Entre sus clientes está Mariví Jiménez, gerente de la mancomunidad Riberos del Tajo, con sede en esta localidad cacereña. Una de sus compañeras no pudo ir el miércoles por la noche a su casa de Pedroso de Acim porque el fuego se lo impidió.

A Esperanza Roso, ama de casa de 45 años, también le sorprendió la rapidez con la que se extendieron las llamas. "Hay mucho humo en todo el pueblo. A mi marido le gusta mucho la caza y el fuego se ha llevado por delante los jabalines y venados que hay en la sierra", explica. El mayor desastre de la historia reciente de Cañaveral ya tiene fecha.