Pocos habitantes, cada vez de más edad y casi sin nacimientos. Es el perfil que comparten muchos pueblos extremeños que llevan años en el punto de mira. ¿Podrían llegar a desaparecer? Solo el tiempo tiene esa respuesta, pero un estudio realizado por Joaquín Recaño, especialista en migraciones internas en España y profesor del departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), advierte de que hay al menos 48 municipios extremeños que van camino de quedarse sin vecinos de forma irreversible.

Son los que tienen, según el informe, las características más extremas: muy baja densidad de población -un promedio de 110 habitantes-, máximo envejecimiento, con edades medias próximas a los 60 años y más de un 40% de sus habitantes de más de 65 años. «Son los municipios que han experimentado la máxima emigración femenina y presentan un severo envejecimiento».

Entre los municipios en el punto de mira, 43 son de la provincia de Cáceres y cinco de la Badajoz y esta diferencia se explica sobre todo por la densidad de población. En la región 215 municipios -de los 388 totales- no superan los 1.000 habitantes, un 35% de estos están en la provincia pacense y el 67% en la cacereña.

Gargüera, a menos de 20 kilómetros de Plasencia, es uno de los que integran esa lista. Apenas cuenta en la actualidad con 150 habitantes empadronados -según el INE- y casi el 58% de ellos supera los 65 años. En los últimos tres años solo ha registrado un nacimiento y gracias a un matrimonio que se instaló en la localidad. «Me cuesta creer que el pueblo pudiera desaparecer algún día y no creo que se quede vacío, los fines de semana suele venir gente de Plasencia, Cáceres e incluso de Madrid y en verano podemos llegar a los 400 habitantes», cuenta Jesús, el secretario del ayuntamiento. Recuerda que Gargüera llegó a tener cerca del millar de habitantes antes de que comenzara la emigración de los años 60 a ciudades como Madrid, Barcelona y Bilbao que reclamaban grandes cantidades de mano de obra.

En aquella década Extremadura inició una tendencia que sigue arrastrando. En esos diez años perdió casi 237.000 habitantes y en los 70 se marcharon otros 100.000 más. «Ese modelo de desarrollo español tuvo claramente un perjudicado en términos sociales, económicos y demográficos: Extremadura. Y la situación no se ha revertido», explica el profesor de Sociología de la Universidad de Extremadura, Marcelo Sánchez-Oro.

EXTREMADURA EN UN ‘IMPASSE’

A su juicio, las políticas sociales y territoriales desarrolladas en la región por la Junta y los Fondos Europeos de Desarrollo «han permitido la dotación de servicios en el medio rural, la mejora de las comunicaciones y la calidad de vida en los pueblos de Extremadura y, en consecuencia, superar la distancia, en términos de calidad, entre el mundo rural y el mundo urbano», apunta. Y esto no ha ocurrido en otras comunidades del país. «En consecuencia observamos que hay regiones en las que el despoblamiento es total, en cambio yo diría que el medio rural extremeño se mantiene en un impasse, en el que progresivamente se van modificando las formas de vida tradicionales por otras más urbanas. Existe una nueva funcionalidad de lo rural en Extremadura y esto, junto a la calidad de sus infraestructuras, debe hacer que la situación actual se mantenga aunque no se reviertan los efectos de la despoblación de los años 60».

El estudio del profesor Recaño avala esta visión. Según el trabajo de la UAB, la región no está entre las que tienen un peor futuro a corto plazo. En el conjunto de España, el experto alerta de que hay 1.840 municipios en riesgo de despoblación irreversible y los más amenazados están en Castilla y León, Castilla-La Mancha, Teruel y La Rioja. «En los últimos años, la emigración ha perdido fuerza y han cobrado importancia las pérdidas de gente por muy baja natalidad y mayor mortalidad por envejecimiento, pero el escenario se ha agravado y presenta un serio problema de sostenibilidad demográfica», expone.

No obstante, el profesor de la UEx apunta que «si las políticas territoriales se mantienen en la región, no creo que desaparezcan pueblos de Extremadura como ya hemos visto que está ocurriendo en otras comunidades».

Pero Sánchez-Oro considera que hay que dar un paso más. «Lo que se ha hecho hasta ahora es mantenerse, en parte de manera artificial y muy dependiente; sin embargo, vengo sosteniendo que es necesario reaccionar y cambiar de política territorial y demográfica».

En la última década la región ha perdido más de 30.000 jóvenes activos y ha ganado 12.000 jubilados. «Esta situación no es sostenible a medio plazo, existen demasiados riesgos y sobre todo, la región debe tener ambición para transformar las cosas». Y solo hay dos vías para modificar estas dinámicas demográficas regresivas: que haya más nacimientos que defunciones, algo que «no es viable», o cambiando los flujos migratorios. Para ello, sostiene el sociólogo, es preciso promocionar las comarcas para que resulten atractivas para nuevos pobladores: neorrurales y retornados, que son la esperanza de municipios como Acebo, que ha lanzado una campaña para buscar nuevos vecinos.

«Es necesario desplegar una política demográfica y territorial mucho más ambiciosa, con objetivos de medio y largo plazo, y que contemple la posibilidad de abrir territorio a flujos de población inmigrante que están a las puertas de Europa y que pueden venir a las zonas despobladas de Extremadura a vivir y a trabajar entre nosotros», apunta. Eso sí, «para que este proceso sea exitoso requiere de un gran pacto social y de una estrategia bien definida, junto con el soporte institucional y administrativo necesario».