Hoy se inaugura el último tramo de la A-66 en la provincia de Badajoz, el que une Monesterio con el límite de la provincia de Huelva. Un estreno que se vive en la localidad extremeña entre la alegría y la incertidumbre, sobre todo por saber cómo repercutirá el nuevo trazado en la economía local de un pueblo que había hecho de la travesía su principal fuente de ingresos. Sus vecinos se preparan para una época de cambios.

Hasta este municipio se desplazarán hoy la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, y el presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Ambos inaugurarán, en el kilómetro 722,2 de la N-630, la autovía, que obligará a reconvertir muchos de los negocios de la localidad.

Tras Torremejía, Almendralejo, Calzadilla o Fuente de Cantos, Monesterio se convierte en el último pueblo de Badajoz que trata de superar el bache económico que trae consigo la apertura de la A-66, principalmente en los negocios que han florecido al calor de los más de 6.000 vehículos diarios que registra la travesía.

Esta localidad de 4.700 habitantes, dividida por una travesía --hoy ya Paseo de Extremadura--, se enfrenta más que nunca a los miedos que se plasmaron con el inicio de las obras hace tres años. Y es que aunque Monesterio dejará de ser uno de los puntos negros de la provincia para la Dirección General de Tráfico , sus habitantes esperan que el descenso en el número de camiones y turistas no traiga el desplome de la economía local.

MIRAR AL PASADO Todos se quejan del humo gris, de ese polvillo negro que deja tras de sí el trasiego de coches. Son muchos los comerciantes que, resignados, decidieron un día dejar de limpiar sus escaparates. Es la primera queja entre los monesterienses, la más escuchada en un pueblo gris por dentro y muy verde por fuera. La aventura de cruzar por un paso de cebra ante el tránsito continuo de los camiones y coches ya no es un problema: hace tiempo que se convirtió en algo cotidiano.

"A ver si se acaba de una vez esta suciedad", dice Concepción Vila después de barrer su puerta. Pero lo dice con recelos, como les pasa a todos en Monesterio, temerosos de que con la autovía su pueblo "se venga abajo y pierda la alegría" que ha tenido hasta ahora con el ir y venir de turistas y transportistas.

Concepción vive hace 38 años en una de las casas que bordean la travesía. Su historia está unida a esta larga calle. Conoce a todos sus vecinos, las anécdotas de la carretera. Como la de aquellos vecinos que vivían dos casas más arriba a los que se les metió un camión en el salón y salvaron la vida de milagro. Habla de ello distendidamente, con cierta distancia, hasta que recuerda al sobrino que murió atropellado con 4 años. "Fue hace mucho, más de 30 años. Jugaba ahí mismo, en la acera, y un camión se lo llevó por delante". Pese a la tragedia, Concepción asegura que esto hace años que no pasa. "Era más antes, porque la gente tenía menos cuidado", dice.

EN EL PRESENTE Adela Monje puede ser una de las posibles damnificadas por la apertura del tramo de autovía. Trabaja en la venta Los Conejos y reconoce que "la preocupación existe, aunque entiendo que la autovía hace falta", asegura algo apenada. Son nueve de plantilla y augura que si la cosa no marcha bien, alguien irá a la calle: "Creo que el pueblo se va a venir un poco abajo".

La mayoría de los empresarios ya ha empezado a hacer cuentas ante las más que posibles pérdidas. La Organización de Profesionales y Autónomos de Monesterio (OPA) prevé que puedan llegar en muchos casos hasta el 80%. Es el porcentaje que también ha calculado Ismael Chavero, hijo del propietario del hotel y el restaurante Leo, que avanza que ya están estudiando la reconversión del negocio y la apertura de un área de servicio.

Ismael reconoce que las pérdidas serán muchas aunque, pese a todo, espera que los camioneros y transportistas que siempre han parado en su establecimiento no abandonen la costumbre.

Esa es la esperanza que le queda también a Manuel Mejías Pecellín. El está jubilado hace mucho, pero su hija regenta una zapatería en el Paseo Extremadura. "La verdad es que todo el mundo tiene miedo. Mi hija abrió la tienda en el 95 y le ha ido muy bien ", asegura con orgullo Manuel, al tiempo que reconoce que el tránsito de vehículos ha beneficiado a todos. "Da igual de qué fuera el negocio. Mi hija le ha llegado a vender botas a los moteros que pasaban por aquí para ir al circuito de Jerez".

DE CARA AL FUTURO Talleres, bares, restaurantes, hoteles, tiendas de todo a cien, estancos, la gasolinera. Todos los establecimientos y negocios han vivido durante mucho tiempo al calor de sus visitantes, sobre todo aquellos centrados en productos ibéricos. No obstante, no es este el sector que más teme las pérdidas. Según un estudio elaborado por la OPA, los negocios y establecimientos dedicados a la venta de embutidos podrían llegar a perder hasta un 30%. Una cifra que se aleja mucho del 80% que podrían perder hoteles, restaurantes y la gasolinera del pueblo.

"Los más perjudicados serán las tiendas más pequeñas del paseo, aunque nosotros vivimos de la venta de embutidos a viajeros y turistas y no sabemos qué pasará a partir de ahora", dice María Iglesias, dependienta de la tienda Jamonesterio.

Todos tienen claro que habrá que reconvertir, principalmente, el centenar de negocios que se ubican en la travesía. Ayuntamiento y empresarios tienen ya varios proyectos encima de la mesa. No obstante, hoy por hoy, todo son previsiones, porque nadie sabe a ciencia cierta qué pasará. Habrá que esperar, al menos, hasta mañana.