Un silencio aterrador. Ni un grito, ni una queja. Solo cuerpos carbonizados y unos pocos heridos que no sabían dónde estaban ni qué había pasado y preguntaban con angustia por sus familiares. Con este escenario se encontraron los primeros empleados de Barajas que llegaron al lugar donde a las 14.45 horas de ayer se estrelló el MD-82 de la compañía Spanair que se dirigía a Las Palmas de Gran Canaria. El aparato se desplomó segundos después de despegar al estallar uno de sus motores por causas desconocidas y quedó envuelto en llamas al chocar contra una zona boscosa situada junto al final de la pista.

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Casi de milagro, 20 personas lograron salir con vida, pero casi todos con heridas muy graves; el resto de pasajeros y tripulación, 152, eran los cuerpos carbonizados y destrozados que hallaron los primeros miembros de los equipos de rescate en llegar. Luego fallecería en el hospital de La Paz uno de los heridos. El balance convierte al siniestro de ayer en el más trágico ocurrido en España en los últimos 25 años. El peor en Europa en una década.

El avión iba a tope de su capacidad, hasta el punto de que varios pasajeros con plaza adquirida se quedaron en tierra por overbooking . Viajaban a bordo 166 pasajeros, entre ellos dos bebés, y seis tripulantes, según la cifras facilitadas anoche por el Ministerio de Fomento. El vuelo debía haber partido a las 13.00 horas, pero un primer intento de despegue tuvo que ser abortado por problemas técnicos.

Varios pasajeros llamaron a sus familiares desde el interior del aparato para avisar de que su llegada se iba a demorar por una avería. El comandante les comunicó que se había encendido una luz roja. Algunos aventuraron que quizá les iban a cambiar a otro avión. Pero se equivocaban. Los técnicos de Spanair revisaron el aparato y dieron luz verde a un nuevo intento de despegue. Luego algunos de los familiares acusaron a estos de "clara negligencia" y varios expertos apuntaron que en esta revisión podría estar "el meollo del accidente".

LOS TANQUES LLENOS El Macdonell Douglas volvió a rodar por la pista pero no pudo alcanzar más allá de 60 metros de altura, según un testigo que contempló desde otro avión que acababa de aterrizar cómo "explotaba el motor izquierdo" y una vez el aparato estaba en el suelo vio "otra explosión mucho más fuerte con una enorme bola de fuego". Los tanques de combustible transportaban 12 toneladas de queroseno, la cantidad necesaria para garantizar la llegada a un destino tan alejado como Canarias.

Un avión está preparado para seguir con el despegue aunque se incendie un motor, por lo que otra circunstancia desconocida debió de influir en la catástrofe. No es un incidente habitual, pero tampoco extraordinario.

Serán las cajas negras, encontradas a las pocas horas del siniestro, y la investigación que ayer abrió la dirección general de Aviación Civil las que deberán aclararlo. Tanto la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, como el portavoz de Spanair, Sergio Gallard, se remitieron a estas pesquisas antes de pronunciarse sobre las causas.

200 METROS Los restos del avión quedaron esparcidos en un radio de unos 200 metros; la mayoría, sobre un pequeño bosquecillo situado al final de la pista que ardió durante varias horas regalando con su columna de humo la única imagen de la catástrofe que pudieron ofrecer a lo largo de la tarde las televisiones. El juez que se hizo cargo del caso prohibió después a los servicios de emergencia la difusión de cualquier imagen. Hasta casi la medianoche no aparecieron fotos de los restos del fuselaje.

Los primeros en llegar al rescatefueron unos empleadosdel aeropuerto que se encontrabanen las proximidades.Uno de ellos contó a Telemadridcómo atendió a "un niñoque pedía que salváramos a sumadre" y una madre que le implorabaque "buscáramos a suhijo". Estos empleados y los primerosequipos de emergenciassupieron desde el primer momentoque la tragedia había sidode grandes dimensiones. Fomentoprecisó anoche que loscadáveres eran 152 yque se seguíanbuscando los restos deuna última persona.

El grueso del pasaje lo formabanespañoles, al cierre de estaedición no había constancia deningún extremeño. Aunque lalista oficial, publicada anochepor Spanair en su web, figurantambién algo más de una decenade ciudadanos de otrospaíses. Varios centroeuropeos–el vuelo era compartido con laalemana Lufthansa–, dos suizosyotros dos chilenos se subierona bordo. Además, en el Ramón yCajal está ingresado, en estadograve, un sueco de 25 años. Diplomáticosde varios paíseseuropeos se quejaron de la faltade datos de las autoridades sobrela identidad de los viajeros.

En la lista de Spanair hay20menores (cuatro hermanos), dosbebés ydos familias enteras, unacastellanomanchego yla otra deunpaís del este de Europa.