Mientras el domingo Adri jugaba sus últimos minutos en su equipo de toda la vida, el Club Polideportivo Chinato, ayer de madrugada el jugador colgaba las botas hasta la siguiente jornada para enfundarse el mono de trabajar y marchar a Madrid a trabajar a la obra junto con su padre y su hermano, como tantos vecinos de la localidad chinata. El fútbol era lo que despejaba al joven delantero después de la dura jornada de 40 horas semanales subido al andamio, repartidas entre el lunes y el jueves.

Por su vinculación al fútbol desde que era pequeño, unos de los que más han sentido la pérdida del joven, que acababa de cumplir hacía quince días 30 años, han sido sus compañeros del club. Su capitán le recordaba ayer como "la mejor persona que podías encontrar, muy noble y al que le gustaba el fútbol como al que más".

Su presidente, Antonio Oliva, no podía articular palabra horas después de conocer el trágico suceso. Adri había saltado al campo en el minuto 67 y había ayudado a su equipo a conseguir la victoria, como tantas otras veces. El Chinato era su equipo de toda la vida y "aunque estuvo en otros clubes, él prefirió volver aquí, a su equipo de siempre y sin cobrar un duro", explicaba afectado el capitán.

"Es un golpe tan duro que no sabemos cómo vamos a salir de esto", añadía. Los integrantes del club y jugadores ya retirados se reunieron ayer en el campo para recordarle y pensar qué homenaje hacerle "aunque todo lo que hagamos será poco". Adri estaba soltero y sus amigos bromeaban con él y le decían "a ver cuándo te nos casas", recordaba ayer un compañero.