"Fuimos siempre bien acogidos por la labor humanitaria que desempeñamos, pero debido al llamado ejército Madi, que nos culpó indebidamente de la detención de uno de sus miembros, todo cambió y sufrimos ataques de los fanáticos, de ahí que en estos dos últimos meses el peligro se cebó sobre nosotros". Así resume la soldado extremeña Marta Avila su estancia en Diwaniya tras el regreso a su pueblo natal, Valencia de Alcántara.

Lo peor de la misión, sin duda, fue dejar atrás a su hijo Alejandro, de tres años, al que pudo abrazar nada más aterrizar en Talavera. Lo mejor, la estancia con sus compañeros, "son excelentes y añoro su compañía", asegura esta joven de 23 años, de los que ha pasado los 5 últimos en el ejército.

También guarda Marta un buen recuerdo del general Fulgencio Coll, del que asegura que "es un buen estratega, conocedor del trato social y experto en las misiones que se realizaban allí".

Marta volverá a incorporarse a su destino en Bótoa, pero su sueño es otro, también ligado a las fuerzas de seguridad. Quiere ingresar en la Guardia Civil, un cuerpo en el que ha servido su padre.