Una historia repetida vuelve a agitar el panorama de Alemania antes de una final. Michael Ballack, el hombre en el que se centran las esperanzas de los germanos, no se entrenó ayer con sus compañeros. Tampoco lo hizo el viernes. Arrastra unas molestias en el gemelo y su participación no se decidirá hoy hasta poco antes del duelo. El jugador del Chelsea ya se perdió la final del Mundial del 2002 ante Brasil por una sanción y agotará hasta la última posibilidad para poder medirse con España.

En una selección donde no sobre el talento, la presencia de Ballack es primordial. Es el hombre que aporta el criterio en el centro del campo. Es el líder, el jugador capaz de decidir un choque. Tiene llegada, es un gran rematador y sus disparos desde fuera del área son temibles. "Tiene problemas en el gemelo de la pierna derecha, pero los médicos están trabajando para que juegue", comentó el técnico Joachim Löw. "Francamente nadie sabe lo que le ha pasado, pero yo no lo excluyo todavía. Espero que pueda jugar, él es optimista y no está deprimido", añadió el preparador, que no cambiará el sistema y apostará por Borowski si se confirma la ausencia.

Alemania se ha plantado en la final sin hacer ruido. Como casi siempre. En la primera fase cayó ante Croacia, y venció a Austria y Polonia. En los cuartos, hizo su mejor partido contra Portugal. Turquía fue su última víctima en un encuentro en el que exhibió su mentalidad ganadora, pero también dejó al descubierto sus principales carencias: un portero inseguro y caduco, una defensa lenta y una medular con pocas ideas. La gran baza de España para batir a Alemania pasa por castigar la parcela cubierta por Mertesacker y Metzelder.