Es difícil hablar con algún responsable de la Central Nuclear de Almaraz y que la palabra seguridad no se repita constantemente en la conversación. Seguridad laboral, seguridad frente a la radiación y seguridad física ante hipotéticos ataques externos. EL PERIODICO EXTREMADURA ha podido acceder al corazón de la planta y comprobar las dificultades que entraña penetrar en ella.

Para adentrarse en las instalaciones, hay que tener autorización de la dirección, entregar documentos de identidad y someterse a una inspección del vehículo. Y esa es solo la primera barrera, que da acceso al aparcamiento. El edificio de oficinas y los que albergan los reactores y turbinas están protegidos por un vallado que se está reforzando actualmente, por "exigencias del Consejo de Seguridad Nuclear".

Después todos los accesos están controlados por detectores de metales y tornos que se activan mediante tarjetas y códigos de identificación. Luego, para poder entrar en las zonas más restringidas, son necesarios permisos específicos, cambios de indumentaria, pasar tornos, superar esclusas, dosímetros y el control de las cámaras de seguridad y de las que la Agencia Internacional de la Energía Atómica tiene instaladas para vigilar los reactores y la piscina de combustible. Y las mismas trabas que hay para entrar existen para salir.