Nada hacía presagiar que un nuevo viaje a Madrid acabaría convertido en la tragedia automovilística más grave de los últimos años. No parece ser un buen año para los autobuses en Extremadura, comunidad en la que desde el pasado mes de julio se han registrado ya cuatro accidentes de este tipo.

La tragedia del autocar en el que viajaban 50 personas deja tras de sí historias cotidianas de un domingo cualquiera, como la de Marta Magro y su marido, un sargento de marina con el que se casó el sábado, un día antes del accidente, en Valencia de Alcántara.

El azar quiso que esa tarde viajaran en ese autobús en dirección a Madrid donde tenían previsto coger un avión hacia París para disfrutar de su luna miel. El resultó ileso, pero ella será operada hoy de sus heridas en el hospital Virgen de la Montaña.

El choque del domingo dejó tras de sí un impresionante rastro de sangre y desolación en la carretera N-521. Equipaje por el suelo, ambulancias, cristales rotos y mucha confusión rodearon los primeros minutos tras el siniestro. José Antonio Alegre Padrón y su Seat Ibiza fueron testigos de excepción de la catástrofe. Conducía justo detrás del autobús siniestrado y vio cómo se acercaba el Renault Clio que provocó el choque. Su versión coincide con la de la Guardia Civil de Tráfico: "He visto como el coche iba dando bandazos, fueron décimas de segundo, pero invadió el carril contrario y después, no sé, vimos salir a la novia. El chico estaba muerto y el autobús... Sólo se oían voces, gente chillando y mucha sangre".

A las doce de la noche, en los pasillos del hospital San Pedro de Alcántara se mezclaban un tenso silencio con el paso de las camillas de los heridos. Tres familiares tranquilizaban a una mujer, tumbada y con un brazo dañado. Apenas podía hablar, todavía asustada, de lo sucedido cuatro horas antes: "Iba con los ojos cerrados. Me he despertado cuando he visto que el coche se venía hacia nosotros y luego volcábamos".

En otro pasillo, una madre esperaba noticias de su hija junto al hombre que viajaba con ella y que había salido ileso. Su camisa tenía manchas de sangre, un mal recuerdo que olvidar para siempre.