Un premio de 800 euros por una apuesta mínima de 10. En apenas unos minutos, un chaval de 16 años se siente un auténtico triunfador. La sensación de poder hace que tanto él como su grupo de amigos no puedan parar de intentarlo tantas veces haga falta para volver a experimentar esa emoción de éxito. Ocurrió en una casa de apuestas de Cáceres, donde estos menores de edad acceden sin ningún tipo de control -nadie les pide el DNI- para invertir dinero, principalmente, en partidos de fútbol. Lo denuncian las asociaciones de la región que luchan contra la ludopatía, que advierten que está apareciendo un nueva enfermedad que afecta principalmente a adolescentes de 15 y 16 años: el apostador compulsivo. Es más, alertan de que el número de menores extremeños afectados se ha disparado en el último año y que aún no han empezado a notarse las verdaderas consecuencias de este enganche. Achacan el incremento a varios factores: el bombardeo publicitario sin control, la facilidad que ofrece internet para estas prácticas y la proliferación de las casas de apuestas en la comunidad, donde los menores de edad acceden ilegalmente. Existen ya más de una treintena de salas de este tipo en numerosas ciudades y pueblos: hay 11 en Badajoz, seis en Cáceres, otras tantas en Mérida, tres en Villanueva de la Serena, dos en Don Benito, una en Plasencia y otra en Olivenza (y una más que se abrirá en breve también en esta localidad). «Funcionan, igualmente, 12 locales autorizados para poder apostar. Puede ser un bar, por ejemplo», subraya Antonio Regalado, presidente de Aexjer (Asociación Extremeña de Jugadores de Azar en Rehabilitación).

Desde esta entidad añaden que el problema afecta a gente muy joven, entre los que asusta el alto porcentaje que aún no han cumplido los 18 años. «Un dato significativo es que más del 85% de los que atendemos ahora es por apuestas deportivas online», indica Regalado.

«Las casas de apuestas son un foco de ludopatía para los menores de edad, porque nadie vigila. Y lo mismo ocurre con internet, que no hay control ninguno. Cuando vamos a los institutos a dar charlas de prevención, los propios chavales te cuentan lo fácil que es falsificar una identidad como si fueras mayor y empezar a jugar», asegura tajante Peligros Folgado, presidenta de la asociación Atabal, donde se tratan diversos tipos de adicciones. «Lo peor es que es un problema invisible que todavía no está dando realmente la cara», apunta.

ALERTA SANITARIA / En la Administración autonómica son conscientes de esta situación que esta derivando en alerta sanitaria. De hecho, el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, aseguró la semana pasada que se trata de «un problema serio que está creciendo». Además, informó de que se van a llevar a cabo trabajos para «llegar hasta donde se pueda teniendo en cuenta las competencias de las que se dispone» con el objetivo de poder elaborar una ley que palie los efectos de las pujas deportivas y su variante online.

El problema en Extremadura no es nuevo ni mucho menos. Un grupo de padres cacereños ya dio la voz de alarma a principios del pasado año porque sus hijos se habían convertido en usuarios de estas nuevas casas de apuestas. Desde las asociaciones extremeñas ya alertaron en ese momento de que el porcentaje de menores adictos por la falta de control y vigilancia estaba subiendo y que la situación se agravaría a pasos acelerados.

GRAN PERSISTENCIA / El apostador compulsivo presenta los mismos síntomas que cualquier jugador con otro tipo de patología: ansiedad, tendencia a mentir, a robar dinero, a abandonar responsabilidad y relaciones sociales... Pero hay un rasgo único en este perfil: el alto nivel de persistencia en la obtención de objetivos.

Esta sensación la conoce muy de cerca uno de los usuarios de Aexjer que ahora participa en diversas campañas de prevención para adolescentes. Hace 5 años que le plantó cara a su adicción: «En mi caso fueron las máquinas tragaperras y el póquer. Cuando yo inicié la terapia fue cuando empezó a ponerse de moda la apuesta deportiva por internet. Y ahora veo cómo los chavales caen en este problema y asusta mucho, porque en el mundo online todos los efectos se multiplican, porque todo es mucho más rápido», asegura este joven de 29 años que prefiere permanecer en el anonimato por su profesión actual.

Cuenta que cuando va a los institutos se da cuenta de que el único tema de conversión entre los chicos de 15, 16 y 17 años son las apuestas deportivas. «Y aquí en Extremadura es sobre todo al fútbol, y no solo en partidos donde juega el Real Madrid o el Barcelona, sino con equipos locales. Por ejemplo, se apuesta en un partido entre el Cerro de Reyes y el Guadalupe», manifiesta. Y añade que no solamente se invierte dinero por quién gana o cuántos goles, sino por cuántos saques de esquina habrá o estadísticas similares.

«Este mundo mueve mucho dinero y hay demasiada flexibilidad. Te bombardean con anuncios en la televisión. Y es increíble que no exista una normativa que prohíba colocar una casa de apuestas deportivas enfrente de un colegio o un instituto, algo que ocurre en Extremadura», se lamente este monitor de Aexjer.

Explica que el problema del mundo online es que la sensación de poder obtener un premio es constante. «Cuando ganas te sientes triunfador, estás exultante, es como si rellenaras un vacío, así que juegas otra vez, pero pierdes y te da el bajón. Vives con picos de estado de ánimo que van de un extremo a otro».

Su propia experiencia es el ejemplo que pone cuando ve en la mirada de otros jóvenes que la situación se les está yendo de las manos: «El juego lo destroza todo. Yo perdí a dos parejas, una vivienda, la confianza de toda mi familia... Vendes cosas personas para conseguir dinero y entras en un bucle que no acaba nunca».

Una pasión para muchos adolescentes, como es el fútbol, se termina convirtiendo en demasiadas ocasiones en una enfermedad. Porque ya no son capaces de disfrutar de un partido sin pensar en la apuesta y sin querer dejar de demostrar que en este deporte, saben más que los demás.