Julio Rojas Alemán se vino a España con 27 años, algunas deudas y, sobre todo, muchas ganas de "progresar". Precisamente esa idea del progreso español fue la que le impulsó a cruzar el Atlántico ya que, según cuenta, "en mi país --Paraguay-- se vive bien, pero no se puede ahorrar. Allí no puedes aspirar a un futuro mejor, por eso decidí venir a buscarlo aquí". En la actualidad, Julio es uno de los 2.309 nuevos cotizantes a la Seguridad Social en Extremadura tras regularizar su situación en nuestro país en el proceso extraordinario del año pasado. Pero el camino hasta aquí no ha sido corto.

Tras varios intentos fallidos de montar su propio negocio, este técnico en mecánica industrial, que en su país natal había trabajado como carnicero y conductor, vio como los números rojos le conducían a una doble encrucijada: vender todas sus posesiones o emigrar. Ahora, casi dos años después, se muestra satisfecho de haber optado por la segunda opción. "Sólo tengo cosas que agradecer a este país y, en concreto, a Extremadura, la región que me ha acogido", explica detrás de la barra del bar El Corzo, en Cáceres, donde trabaja desde el pasado mes de noviembre.

A pesar de que la mayor parte de los paraguayos optan por emigrar a Estados Unidos o a otros países latinoamericanos, como Argentina o Brasil, Julio siempre tuvo claro que quería venir a España, "supongo que, en gran parte, por los lazos históricos que nos unen", apunta. En cambio, la elección de Extremadura fue más bien una cuestión de coincidencia. "Conocía a un paraguayo que trabajaba en Barcelona y a quien, por casualidad, un extremeño que estaba de vacaciones allí le comentó que necesitaba mano de obra", explica. Así, sin más contacto que un teléfono, Julio llegó a Moraleja, "la localidad a la que más tengo que agradecer --afirma tajante-- y en la que he hecho verdaderos amigos.

Allí le contrataron para el sector hostelero que, junto con el servicio doméstico y la construcción --donde también estuvo trabajando--, es uno de los que más inmigrantes emplea. En su caso, fue su propio jefe quien inició los trámites para la regularización del paraguayo. Este no sólo tiene elogios para su antiguo patrón, al que actualmente le une una sólida relación de amistad, sino también para los responsables de inmigración de la Subdelegación del Gobierno en Cáceres. Gracias a ellos, en apenas un mes, Julio abandonó el rol de sin papeles .

Sin duda lo que más sorprende de este fornido camarero, más allá de la dulzura de su pausado acento, es la expresión de profundo agradecimiento que adopta cuando habla de la ayuda y el apoyo que ha recibido de los extremeños, entre los que se considera "uno más". Tanto es así que el próximo 11 de marzo, en uno de los días más importantes de su vida --su boda con Josefina, también paraguaya y su novia desde hace diez años--, estará acompañado por "un 99% de españoles", comenta risueño.

La historia de Julio puede considerarse una auténtica lección de convivencia. Lejos de su casa y su gente, pero a la vez lejos de sentirse solo, ahora sueña el futuro que vino a buscar en suelo extremeño, con el respaldo de esas muchas personas que le han ayudado a olvidar la distancia que le separa de su familia y que, justo por eso, también forman ya parte de los suyos.