A los asistentes al mitin de ayer era fácil verlos con bocadillos, sillas de playa o botas de vino, pero sobre todo había paraguas, muchos paraguas. Y es que poca tregua dio la lluvia a la fiesta socialista. Una lluvia que convirtió en un barrizal buena parte del terreno, pero que no pudo con el ánimo de los más entusiastas. "Yo no me pierdo ni uno. El último fue el de Vistalegre", aseguraba Manuel, un simpatizante socialista para quien lo de ayer no eran más que "cuatro gotas ¿no nos mojamos más cuando nos bañamos en la playa", bromeaba. Manuel había venido desde Monterubio de la Serena, como Demetrio, que también tenía experiencia acudiendo a este tipo de eventos. "Yo en Bilbao le di la mano a Zapatero", presumía orgulloso instantes antes de que comenzaran los discursos. Estos llegaron poco después del mediodía. Los altavoces cambiaron la música de John Fogerty -paradójicamente el autor, entre otros, del Who´ll stop the rain -- por el himno socialista y Zapatero se dirigió al escenario. Lo hizo entre vítores de ¡presidente, presidente! y generando un considerable alboroto entre quienes se afanaban por tocarle o hacerle una foto con el móvil.

El agua respeto a medias las primeras intervenciones, pero en pleno discurso de Zapatero comenzó a arreciar con más fuerza. "No nos quejemos, que en esta época, y en toda España, este agua es oro", acabó por decir el presidente. Y los discursos finalizaron, pero no el entusiasmo. "Me ha gustado mucho, es el mejor", decía Satur, de la Roca de la Sierra. "En su línea, siempre tendiendo la mano y con ganas de resolver los problemas sociales", aseguraba Diego, venido desde Campanario.

El mal tiempo también impidió que, como se había previsto en un primer momento, Zapatero se diera una vuelta por la finca antes de marcharse. Una vez terminadas las intervenciones, apenas si permaneció unos minutos dentro de una carpa. Fuera de ella le esperó Juan Manzano, alcalde de Quintana de la Serena, con el fin de regalarle un reloj hecho en granito y con la forma del escudo del Barça, club del que el presidente es aficionado. "Ibarra y Fernández Vara ya tienen uno", explicaba. Zapatero salió, recogió el reloj, saludó a algunos fieles y se marchó.

Tampoco hubo recorrido del presidente por las calles de Alange ni visita a la casa de su abuelo. Desde la plataforma contra las térmicas se sugirió que era para evitar encontrarse con las protestas convocadas en la plaza del pueblo, si bien fuentes socialistas aseguraron que esta visita no llegó a estar programada en ningún momento en la agenda presidencial. Eso no impidió que, antes del mitin, se le hiciese entrega de un árbol genealógico que recoge la presencia de su familia por parte de padre en esta localidad pacense. El trabajo lo ha llevado a cabo Jesús Belloso, un historiador residente en Alange que durante casi diez minutos detalló al presidente del Gobierno algunos detalles sobre sus antepasados.

El pueblo de Alange sumó a ese obsequio otro muy relacionado con él, un libro con historias y anécdotas de sus familiares extremeños. Gestos que el presidente agradeció expresamente en su intervención. "Siempre me sentiré un ciudadano más de Alange", afirmó.