Esto de viajar al extranjero ya no es lo que era. Antes salías unos días a Europa y difícilmente te enterabas de las noticias de tu país, ya fuese por una apresurada llamada de teléfono, lo que malamente podías entender en los medios de comunicación locales o, en caso raro si se trataba de una gran ciudad, con la compra de un periódico español a precio astronómico y que llegaba dos o tres días tarde.

Ahora no. Ahora puedes estar en Nueva Orleans, en la costa Este de EEUU, levantarte a las 6.00 de la mañana y bajarte al ´business center´ del hotel para seguir en directo el ascenso del Cacereño a Segunda B, lo cual tiene un punto provinciano y ´friki´, pero también emocionante. A veces, las alegrías y las penas las percibe uno con más intensidad cuando está lejos, con el filtro traslúcido de la distancia.

Así es que aquí me tienen, escudriñando la retransmisión ´online´ de Canal Extremadura TV (si tuviesen tele por satélite en el hotel no me haría falta salir de la habitación) y leyendo los comentarios de nuestro enviado especial a La Palma. Si hay que decir la verdad, a la cosa le está faltando un poco de épica, ya que el Cacereño está defendiendo con esfuerzo pero sin muchos apuros el fantástico resultado logrado en la ida. O eso al menos intuyo en esta pantalla de ordenador.

Nos separa un océano, el Atlántico, pero el mundo es hoy un pañuelo más que nunca. En La Palma hicieron escala muchos de los barcos españoles que vinieron a América a cambiarlo todo hace 500 años. Incluso Nueva Orleans fue de dominio español durante 40 años, a finales del siglo XVIII, y esa influencia se deja ver en el nombre de muchas de sus calles y en la arquitectura de su clásico y marchoso barrio francés, que es bastante menos francés de lo que parece.

Ayer incluso nos fotografiamos con el escudo de Cáceres, que está en la gran Plaza de España, a orillas del Mississippi. Y eso, como cuando uno vive el ascenso del equipo de fútbol de su ciudad a miles de kilómetros, no puede dejar indiferente.