La engrasada maquinaria de la cumbre del G-8 se detuvo ayer cuando los relojes marcaban las 9 de la mañana en el Reino Unido. A esa hora llegaba al hotel de Gleneagles (Escocia), donde desde el día anterior se hallaban reunidos los mandatarios de los ocho países más ricos de la tierra, la noticia, aún muy confusa, de una primera explosión en el metro de Londres.

Sin haber apenas comenzado, las discusiones sobre la agenda del día, el cambio climático y los subsidios agrícolas que impiden la distribución competitiva de productos africanos, quedaban en suspenso. Una hora más tarde, las explosiones ya eran cuatro y en Londres había decenas de muertos y heridos.

El contenido de la cumbre, tan detenidamente preparado durante meses, y el despliegue de asesores, diplomáticos, policías y periodistas, perdía todo sentido. La rueda de prensa sobre los problemas de las emisiones de gases fue cancelada.

El primer ministro británico, Tony Blair, que había celebrado a primera hora un desayuno de trabajo con el presidente estadounidense, George Bush, sobre los términos de un posible pacto con respecto al calentamiento del planeta, esperó hasta mediodía para comparecer ante el país. El rostro de alegría y euforia de la víspera tras la victoria olímpica era ayer sombrío.

DECLARACION CONJUNTA "Es particularmente bárbaro que esto ocurra en el día en que la gente se está reuniendo para tratar de aliviar los problemas de Africa", afirmó Blair, leyendo una declaración conjunta de todos los líderes del G-8, a los que se sumaron el secretario general de la ONU, Kofi Annan; el presidente de la Unión Europea, José Manuel Durao Barroso, y los líderes de Brasil, Suráfrica, India, México y China en calidad de invitados especiales. Los dirigentes calificaron la ola de atentados como "un ataque no a una nación, sino a todas las naciones y a la gente civilizada".

Reclamado con urgencia en Londres, Blair puso rumbo a la capital, mientras el resto de mandatarios decidieron proseguir con la cumbre. El ministro británico de Exteriores, Jack Straw, ejerció de anfitrión.

"No vamos a rendirnos a los terroristas", declaró George Bush, que quiso resaltar el "increíble y vivido contraste" entre el trabajo del G-8 para aliviar la pobreza, y "la maldad", de los que sólo quieren matar. El presidente francés, Jacques Chirac, que dijo sentirse "horrorizado", no dudó en testimoniar su solidaridad a Blair, y dejó constancia de "la compasión y la amistad de Francia y los franceses, hacia los londinenses y los británicos". Atrás quedaban, de momento, las últimas rencillas entre los vecinos a ambos lados del canal de la Mancha.

SEGUIR ADELANTE Todos los invitados insistieron en continuar los trabajos de la cumbre para no ceder a la presión de los terroristas. La declaración sobre el cambio climático prevista para ayer fue aplazada hasta hoy. Blair tenía pensado retornar a última hora de la noche de nuevo a Gleneagles para asistir esta tarde a la ceremonia de clausura. La coreografía, sin embargo, ha quedado definitivamente alterada. Nada podrá ya evitar que la cumbre que debía ser un triunfo diplomático para Blair, haya quedado marcado por un nuevo zarpazo del terrorismo.