Formar una familia y tener hijos es una de las decisiones más importantes de la vida de una pareja. Pero cada vez en más ocasiones no es más que el principio de toda una aventura de varios años que con suerte acabará con el llanto de un niño recién nacido y, en un futuro no muy lejano, del sexo que uno elija.

Y es que los últimos estudios no dejan lugar a dudas. El 8,5% de las mujeres españolas demandan un tratamiento de fertilidad en algún momento de su vida y se calcula que hay en torno 600.000 parejas (15.000 de ellas en Extremadura) con dificultades a la hora de tener hijos, una cifra que crece a un ritmo de unas 16.000 parejas anuales. Aunque no se ha detectado un aumento de la infertilidad en los últimos años, sí que se ha constatado un sensible incremento en la demanda de servicios de fertilización.

Las causas para esto son diversas. Desde la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo hasta el empeoramiento paulatino de la calidad del semen, todo sirve para llegar a lo que sí es una evidencia científica: la edad en la que la mujer tiene su primer hijo ha pasado en poco tiempo de la tercera década de su vida (20-30 años) al final de la treinta e incluso pasados los cuarenta.

POCAS POSIBILIDADES

El problema es que llegada esa edad es más complicado lograr un embarazo --una pareja en edad fértil tiene sólo entre un 20% y un 40% de embarazo manteniendo relaciones sexuales regulares--, por lo que muchas parejas optan por acudir a las técnicas de reproducción asistida.

Cuando esa decisión es firme, el primer paso es acudir al ginecólogo, que encarga un estudio completo que incluye una historia clínica, una exploración ginecológica, una ecografía, una analítica hormonal básica de la mujer, un análisis de las trompas y un seminograma del varón. De esta forma, en pocas semanas se puede obtener un diagnóstico completo que permite al facultativo optar por la técnica reproductiva más adecuada en cada caso. Así, dependiendo del origen del problema se elige la inseminación artificial o la fecundación in vitro .

Una vez tomado el nuevo camino se inicia una segunda aventura llena de sinsabores. No en vano los estudios señalan que las posibilidades de lograr un embarazo a través de la inseminación artificial se sitúan ligeramente por encima del 40%, a lo que hay que sumar que sólo se suelen realizar hasta seis intentos, ya que a partir de esa cifra las posibilidades de éxito se reducen sensiblemente.

Por el contrario, si se logra el embarazo... se multiplican las posibilidades del parto múltiple, con lo que se pasa de la nada a los trillizos en cuestión de días.

ELECCION DE SEXO

Además, en otros países, como Estados Unidos y Bélgica, la legislación va aún más allá y permite seleccionar previamente el sexo del bebé a través de un complejo sistema de selección seminal combinado con la tradicional inseminación artificial. El primer paso consiste en tomar una muestra de semen del futuro padre y teñir los espermatozoides con una luz ultravioleta. En ese momento se pueden distinguir según su carga genética, lo que facilita la eliminación de los que no han sido elegidos por los padres.

Los espermatozoides elegidos son inseminados artificialmente en la mujer...y a esperar. Cuando se quiere una niña la fiabilidad de este test ronda el 90%, mientras que si se prefiere un niño las posibilidades no superan el 62%.

De momento esta posibilidad está prohibida por las leyes españolas excepto si la familia padece alguna enfermedad genética que se pueda contagiar al feto, aunque ya hay quien lo reclama como un derecho y quien por el contrario insiste en que es una "aberración" seleccionar científicamente la respuesta ante la eterna pregunta de todo el que se cruza por la calle con una embarazada: "¿Es niño o niña". El debate está abierto.