Tras el estallido de la guerra, José María Aznar se ha propuesto restañar heridas y recomponer el consenso sobre política exterior, dinamitado por su apoyo a los planes bélicos de Estados Unidos. Ayer, el presidente del Gobierno aparcó el tono hostil de sus últimas intervenciones parlamentarias e invitó a todos los partidos de la oposición, en especial al PSOE, a regresar al consenso cuando la contienda de Irak haya acabado.

"No pretendo que nadie renuncie a sus posiciones, pero sí pido a todos que se deje un espacio para la aproximación y el acuerdo de futuro", manifestó Aznar en la solemne declaración institucional que leyó en la Moncloa al mediodía, horas después de los primeros bombardeos estadounidenses sobre Bagdad. Para zanjar el debate, recordó que ya se han discutido a fondo "todos los aspectos de esta crisis", y apuntó que ahora España debe asumir "una responsabilidad significativa en la recuperación de la vida civil y en la estabilización de Irak" tras el conflicto.

LLAMADAS A LA OPOSICION

Desatada la guerra y enviado el apoyo logístico español a la coalición agresora, apuntaron fuentes gubernamentales, el presidente desea "pasar página" de un conflicto que le ha enfrentado a todos los grupos de la oposición. Por eso, el miércoles comunicó la inminencia del ataque al líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, que ayer rehusó su oferta de consenso. Con idéntico objetivo, el vicepresidente Mariano Rajoy telefoneó ayer a Felipe Alcaraz (IU), Xavier Trias (CiU), Iñaki Anasagasti (PNV) y José Carlos Mauricio (Coalición Canaria).

Aznar precisó que apoya los bombardeos sobre Irak para "restablecer la legalidad internacional" y combatir las "amenazas reales" del terrorismo, pues entre el orden y la impunidad "no hay espacio para la neutralidad, la indiferencia ni la equidistancia". Aunque "había opciones más cómodas", enfatizó, España asume sus "responsabilidades". También comunicó su "respaldo" y "confianza" a las tropas enviadas.

Especial empeño puso en garantizar que los ataques serán "congruentes y proporcionados" al objetivo perseguido --el desarme iraquí--, que intentarán "reducirse al mínimo los daños" y las muertes de civiles, que el blanco no es "el pueblo iraquí" sino su líder, Sadam Husein. Y auguró que el final de este ominoso túnel será "esperanzador y lleno de futuro para Irak".

A primera hora de la mañana, el presidente Aznar había reunido el gabinete de crisis, compuesto por los dos vicepresidentes, cuatro ministros y dos secretarios de Estado.