El Congreso acogió ayer una virulenta batalla parlamentaria en vísperas de la guerra contra Irak. José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero libraron un agrio cuerpo a cuerpo en el que se culparon mutuamente de actuar al margen de la legalidad internacional. Después de que el líder del PSOE le acusara de "usurpar" las funciones de las Naciones Unidas, el presidente culpó a Zapatero de oponerse al cumplimiento de los mandatos de la ONU que imponen el desarme iraquí.

Sólo 48 después de la cumbre de las Azores --en la que comprometió su apoyo a la intervención militar que ultiman EEUU y el Reino Unido--, Aznar acudió ayer al Congreso para justificar que el ataque es legítimo aunque el Consejo de Seguridad se haya negado a avalarlo. El jefe del Ejecutivo achacó el bloqueo de la ONU al "uso político del veto" por parte del Gobierno francés, al que reprochó, sin citarlo, que tenga una "postura inflexible".

APOYO DE 19 PAISES

Sin embargo, Aznar quitó hierro al hecho de que la ONU haya quedado al margen de esta contienda. Alegó que tampoco la guerra de Kosovo fue avalada por las Naciones Unidas, pero omitió que en 1999 la amenaza rusa de veto topó con una mayoría del Consejo de Seguridad y con el consenso de la OTAN y la UE. También resaltó que muchos países ajenos al Consejo de la ONU secundan los planes de EEUU contra Irak.

Aznar dijo que la alianza forjada en "la cumbre atlántica" en las Azores se basa en "la democracia, la libertad, el Estado de derecho y el compromiso de la defensa mutua". "A España le conviene estar junto a las naciones que quieren promover activamente la defensa de los principios que nos permiten vivir en libertad y democracia", adujo. Tras anunciar que España dará apoyo logístico a los atacantes y humanitario a los atacados, concluyó que la paz "no puede basarse en la inacción de la comunidad internacional".

"Pare la guerra y así no tendrá que aportar ayuda humanitaria", le respondió Zapatero. Ese fue el prólogo de una intensa refriega parlamentaria. Ni siquiera las 30 llamadas al orden gritadas --más que formuladas-- por la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, lograron acallar los insultos cruzados entre la derecha y la izquierda del hemiciclo. "Fascista", "sanguinario", "mentiroso" y "manipulador" fueron sólo algunas de las lindezas con que sus señorías se obsequiaron entre sí.