CACERES

A pesar de la fiesta en el hípico y del posible cansancio, Cáceres resiste. Las concentraciones de los jueves en el quiosco de la música de Cánovas se han convertido en una costumbre pacifista que mil cacereños han apuntado en su agenda y no faltan a la cita.

Sigue primando la mezcla de edades, condiciones sociales y estilos de vida, pero varían las formas. Las cacerolas y sartenes de las dos primeras semanas fueron sustituidas este jueves por las velas. Abundaban los estandartes con palomas de la paz y seguían enarbolándose banderas arco iris, símbolo primigenio del pacifismo y no sólo enseñas gay como apuntábamos la semana pasada.

Estaban Carmen Heras, candidata a la alcaldía por el PSOE, y Víctor Cascos, aspirante por IU. Saponi no se encontraba, pero su cara se estrenaba en las cabinas telefónicas con su mensaje preelectoral: Cacereño de toda la vida. Cuando la cabeza de la manifestación desembocaba en la plaza de Colón, la cola estaba a la altura de la librería Cerezo.

La comitiva se detuvo ante la Subdelegación del Gobierno, donde tras gritar consignas contra la guerra, fueron depositadas en la acera alrededor de 80 velas encendidas. Un conocido joven ultra gritó: ¡Viva España! ante la cabecera de la manifestación, pero no hubo respuesta.

Un caballero canoso dijo algo sobre ETA al pasar por la subdelegación y siguió su camino haciendo cortes de mangas a los pacifistas. Fue la única violencia en el tercer jueves de la guerra. Bagdad aguanta entre estertores y oscuridad. Cáceres resiste entre velas y gritos indignados: "No a la guerra".