La guerra relámpago que en un principio diseñaron los estrategas militares del Pentágono es la pesadilla de todas las organizaciones humanitarias. Las columnas de blindados y soldados avanzan evitando los núcleos poblados y manteniendo intacta la estructura del régimen en las ciudades. No hay seguridad en las rutas y quienes se atreven a pedir ayuda a los ocupantes se exponen luego a las represalias de las milicias leales al régimen invadido. "Desde el punto de vista humanitario, ésta es la peor situación posible porque todo el país es un frente de guerra", se lamenta Antonia Paradela, del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.

PERIODISTAS PARA LA FOTO

Desde que las tropas anglo-norteamericanas cruzaron la frontera entre Kuwait e Irak, las ayudas al sur iraquí han llegado con cuentagotas, de la mano de la Media Luna Roja kuwaití y del Ejército británico. Unos pocos cargamentos, con muchos periodistas a su alrededor para, en palabras de un cooperante, "poder hacerse la foto".

El puerto de Um Qasar, al sur de Irak, fue abierto tras intensos combates para que, según los mandos militares de EEUU, llegue más fácilmente la ayuda. Pero más de una ONG recordó entonces que a unas decenas de kilómetros de Irak se encuentran las instalaciones portuarias de Kuwait, cuya capacidad está muy lejos de ser agotada.

"POTENCIA OCUPANTE"

Más que la apertura de Um Qasar, lo que necesitan las organizaciones humanitarias es un territorio donde se sepa quién está al mando, controlado de forma efectiva, para poder trabajar con "continuidad y eficazmente", afirma Paradela. Según la Cuarta Convención de Ginebra, las tropas anglo- norteamericanas se han convertido en una "potencia ocupante" y su obligación, de acuerdo con el artículo 59, es garantizar el "abastecimiento de comida y suministros médicos a los civiles." De no hacerlo, estarían "violando" la legalidad internacional, aseguran fuentes de la ONU.

Nada de eso se está cumpliendo en los 12 días de campaña militar en Irak. Husein al Shahristani, un excientífico iraquí opositor a Sadam y máximo dirigente del Consejo para la Ayuda al Refugiado Iraquí (IRAC), alertó acerca de la "práctica de visitar ciudades y abandonarlas sin protección, lo que permite a los hombres de Sadam regresar a ellas". "Incluso contemplar el paso de las fuerzas de Estados Unidos en la calle puede convertirse en una gran ofensa para los elementos leales a Bagdad", aseguró.

Mientras los altos mandos militares ultimaban su estrategia militar en invierno, la Casa Blanca anunció con toda la pompa su intención de acudir en ayuda de la población civil para mitigar los efectos de la guerra. "El Gobierno de EEUU está entrenando y preparando un equipo de 60 civiles, el más numeroso en nuestra historia, que entrará en las áreas liberadas" desde los países vecinos para facilitar la ayuda humanitaria, según un comunicado de la presidencia de EEUU emitido en enero.

LOS ALIMENTOS SE AGOTAN

Una vez más, la realidad ha desbaratado las previsiones de Washington. El máximo dirigente de la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (USAID), Michael Marx, una organización que trabajó en estrecha colaboración con el Departamento de Estado en los meses precedentes, admitió el domingo en Kuwait que no podía enviar a sus equipos a la región de Um Qasar porque "no habían sido entrenados para actuar en una zona de combates".

En la práctica, la guerra ha interrumpido la distribución de comida que se realizaba a través del programa Petróleo por alimentos , del que, según la ONU, depende un 60% de la población iraquí. Se calcula que las raciones de alimentos que este segmento de la población tiene en sus despensas comenzará a agotarse a finales del mes de abril. Pero la contienda que el Pentágono inició en Irak parece que va para largo.