La Cofradía de las Batallas tiene especial cariño a su Virgen del Buen Fin y Nazaret. Procesiona en la tranquilidad del Sábado Santo, tras la intensidad de una semana sin tregua, y los hermanos se recrean por las calles sabiendo que son los últimos metros hasta la próxima Pasión, con un largo año de por medio.

"En cualquier caso, la directiva nunca se relaja hasta que el cortejo no está por completo en la calle, y no descansa hasta que se recoge". Así lo explicaba ayer la mayordoma de la hermandad, Inmaculada Hernández, con todos los elementos procesionales ya listos a media tarde. Las puertas de la concatedral se abrieron al anochecer y dejaron salir a la estación de penitencia.

La Virgen del Buen Fin, con un manto de claveles y lirios tras la cruz, y centros de rosas en la parte frontal de las andas, avanzó hacia el Arco de la Estrella, los adarves, Santa Clara, Pizarro, San Juan y la plaza Mayor, para regresar de nuevo a Santa María. Se trata de una imagen del escultor sevillano Francisco Berlanga, realizada a partir de una mascarilla antigua de la Virgen de los Dolores, del siglo XVII. Es un paso muy característico por su indumentaria hebrea, de mayor colorido, entrañable para los hermanos de Batallas. Las bandas de Jesús Nazareno, de Trujillo, y del Cristo del Humilladero, de Cáceres, acompañaron al cortejo en una tarde que el buen tiempo también respetó.