BAGDAD. A lo mejor era un fedayin o un ferviente nacionalista opuesto al invasor estadounidense, pero, cuando cayó el régimen de Sadam Husein en Bagdad, se acercó a un soldado de EEUU y le estampó un beso (como aparece en la fotografía). Tal vez es shií, y recuerda la masacre contra los suyos, o tal vez es un demócrata. Pero seguro que es un iraquí harto de tantas muertes, las de la guerra y las de Sadam. No fue el único en alegrarse del fin de las pesadillas. EVA PERUGA