Las malas noticias procedentes del frente bélico han sumido al Gobierno en el pesimismo. El enquistamiento del conflicto, fruto de la fuerte resistencia iraquí, ha hecho que en la Moncloa se desvanezca la vana esperanza de que una guerra relámpago redujera el desgaste político del Ejecutivo y el coste electoral para el PP.

"Hay que desear que las cosas duren lo menos posible, pero las cosas no son como se quieren, sino como se van produciendo", se lamentó ayer Mariano Rajoy. Ni siquiera se esforzó en disimular su decepción, agudizada por la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que el jueves tradujo descarnadamente en cifras --91%-- la magnitud del rechazo social a la guerra alentada por el Ejecutivo. Y todo ello a dos meses de las elecciones locales y autonómicas.

NI UN PASO ATRAS

Tras excluir el envío de tropas a la línea de fuego, Rajoy aclaró que ni el encarnizamiento bélico ni el clamor social por la paz harán que el Gobierno dé un paso atrás. "La decisión clave se toma al principio", apuntó, "y porque las cosas se desarrollen de una u otra forma no vamos a cambiar de criterio". Ayer el presidente de EEUU, George Bush, confirmó por teléfono a José María Aznar lo que éste ya había leído en la prensa: que la guerra será más larga y cruenta de lo previsto.