Poder para qué te quiero. Ni un día dejó transcurrir Rodríguez Zapatero desde su llegada a la Moncloa para pasar de las palabras a los hechos. El flamante presidente manda parar en una decisión súbita pero que va mucho más allá del efectismo. Sólo un análisis epidérmico podría interpretarlo así.

El regreso inmediato de las tropas españolas destacadas en Irak tampoco responde solamente a una promesa electoral ahora cumplida. En el largo alcance, la decisión de Rodríguez Zapatero resitúa de un plumazo la posición española en el tablero de las relaciones exteriores y supone, a la vez, un aviso a los navegantes de una ahora descolocada coalición internacional que asiste incrédula a una guerra civil encubierta en Irak.

España refuerza así, sin concesiones, una posición antibelicista que en un año ha pasado del clamor de la calle al ejercicio de soberanía sin anestesia que supuso el 14-M.

La foto de las Azores a la que Zapatero hizo referencia en su discurso de investidura es ahora mucho más difusa. Y, a decir de los hechos por venir, lo serán también muchas otras imágenes de una forma de hacer política que ha precipitado un cambio nada tranquilo.