El presidente Bush se apresuró ayer a recoger los réditos políticos de la fulminante guerra en Irak acudiendo a dar la bienvenida a dos de los siete soldados hechos prisioneros por las fuerzas iraquís y liberados el 13 de abril, que fueron recibidos como auténticos héroes en su base de Fort Hood (Tejas). "Doy las gracias a Dios por sus vidas", dijo Bush abrazando sonriente al oficial David Williams, ante los flases de los fotógrafos y las cámaras de la televisión. Mientras, la multitud gritaba a coro "U-S-A, U-S-A" y agitaba banderas con las barras y las estrellas.

Esta reunión "ha sido uno de los momentos más importantes de mi vida", dijo emocionado el oficial Ronald Young, tras estrechar la mano de Bush, cuyo encuentro con los dos exprisioneros de guerra pareció coordinado por un productor de Hollywood. En una mañana radiante, que además era Domingo de Resurrección, el presidente aprovechó para subrayar su proclamada religiosidad celebrando el regreso de los dos héroes con un servicio religioso al que asistieron juntos en la base militar, sede de 20.000 soldados que fueron enviados a Irak.

VOTOS PARA LA REELECCION

"Estoy particularmente agradecido de que estos dos hombres puedan estar hoy con nosotros", resaltó el presidente en una velada alusión a los 156 caídos en combate que no pasará inadvertida en los medios militares y le brindará votos dentro de año y medio, cuando se presente a la reelección. Además de estas bajas, EEUU ha sufrido 550 heridos en el mes que ha durado la guerra. Todos ellos también tendrán sus calurosos recibimientos al regresar a casa, como es costumbre en un país que se puebla de cintas amarillas atadas a postes y árboles como recordatorio de cada soldado que desaparece en combate o es hecho prisionero.

Williams y Young pilotaban un helicóptero Apache derribado por Irak el 23 de marzo, el mismo día en que fueron hechos prisioneros los otros cinco soldados, liberados junto a ellos hace una semana y que llegaron el sábado a su base de Fort Bliss (Tejas). Dos de ellos, Joseph Hudson y Patrick Miller, estaban tan impacientes que incluso sacaron la cabeza por la ventana del avión militar de carga en el que llegaron.