Es martes y el sol despide a octubre en Cáceres. La ciudad presenta el ajetreo habitual de una apacible mañana laborable. Sin embargo, cerca de la plaza Mayor, el ambiente cambia. La presencia de varios furgones de antidisturbios y numerosos policías revela la proximidad de un acontecimiento poco usual. De hecho, se espera la visita de unos invitados tan excepcionales, al menos, como la matrícula del vehículo en que viajan: una corona.

Ante tal acontecimiento, sobre las diez y media de la mañana --una hora antes de la prevista para la llegada de los Reyes de España, que ayer se desplazaron a la capital cacereña para inaugurar la exposición Nosotros. Extremadura en su Patrimonio , organizada por Caja Extremadura--, los primeros curiosos toman posiciones en el casco histórico de la ciudad.

Su llegada se entremezcla con la de los medios, los organizadores y un grupo de las Juventudes Comunistas (JJCC), que adornan las vallas de separación con varias banderas republicanas. Por su parte, una veintena de alumnos del colegio de Educación Especial Proa portan una pancarta para saludar a los Reyes. Ninguno quiere perderse un acontecimiento que "muchos describen como la ilusión de su vida", señala Marisa, una de sus profesoras.

Aplausos y silbidos

Poco después, comienza el goteo de autoridades. Concejales, consejeros o la ministra de Cultura generan cierta expectación. "Mirad, ahí va Saponi", comenta una estudiante a sus compañeras, que han cambiado las clases por el inusual desfile de personalidades.

No obstante, todos esperan la llegada de sus Majestades. Incluso los jóvenes comunistas, "aunque solo sea para recordarles que no todos somos monárquicos", indica Andrés Talavero, secretario regional de las JJCC. Más tarde corearán lemas republicanos, pero antes aprovechan para entonar consignas en contra de la refinería a la llegada tanto del candidato socialista a la Presidencia de la Junta, Fernández Vara, como del propio presidente Ibarra.

Cuando las campanas de las torres cacereñas inician el concierto de bienvenida a los monarcas, el público, principalmente apostado en un lateral de la plaza de Santa María, comienza a echar mano de sus cámaras fotográficas. Sin embargo, los Reyes solo les saludan de lejos, algo que muchos achacan a la presencia de los jóvenes republicanos, iniciándose un leve enfrentamiento entre pro y antimonárquicos, que se resuelve con la salida voluntaria de estos últimos.

Más suerte tienen los alumnos del Proa, situados en la plaza de San Jorge, a quienes tanto don Juan Carlos como doña Sofía se acercan a saludar, momento en que los estudiantes no olvidan transmitirles su felicitación para la infanta Leonor por su cumpleaños. Una muestra más de la amabilidad y cercanía que suele caracterizar a los Reyes en sus apariciones públicas, gestos que el Rey demuestra también durante el vino de honor posterior, cuando, por ejemplo, conversa de manera informal con los periodistas.

En la recepción, don Juan Carlos tiene la oportunidad de degustar productos extremeños, como el jamón ibérico o la Torta del Casar, mientras que para la Reina, dada su condición de vegetariana, se sirven aperitivos a base de espárragos trigueros y sopa de tomate y queso.

Además, doña Sofía recibe como regalo de Caja Extremadura dos aderezos típicos de la región --compuestos por una gargantilla, un colgante y unos pendientes--, uno para ella y otro para su nieta. La entidad financiera obsequia también al Rey con un catálogo de la exposición encuadernado en piel.

Tras la marcha de los monarcas, el casco histórico recupera pronto su aspecto habitual, eso sí, albergando hasta enero una exposición sobre la historia de Extremadura que cuenta, según el propio monarca, con un "embajador regio".