Los parlamentarios catalanes que acudieron a Madrid a defender el Estatut contemplaron ayer desde el foso del hemiciclo cómo el jefe del Gobierno soportaba la bronca que los leones del PP les habían ahorrado a ellos horas antes. Rodríguez Zapatero abrió la sesión vespertina cuando aún no se habían sentado todos los diputados, en un moderado tono de voz frente al que la bancada popular " se fue creciendo hasta llegar a corear "dimisión" y a acusarle a gritos de "morro" y "caradura".

El enardecimiento llegó a tal que se llegaron a hacer "chistes" como vociferar "¡agua para todos!" cuando salió a colación la solidaridad entre regiones, o a contestar "tú, tú", al formularse Zapatero la pregunta "¿Quién tiene miedo y por qué al debate democrático?". Aunque tampoco los socialistas se limitaron a escuchar impávidos el enérgico discurso de Rajoy, que subió los decibelios de la tribuna de oradores cuando empezó espetando al jefe del Gobierno "¡Pero si todo está tan bien como usted dice, para qué hay que cambiarlo!". Pronunció un discurso que provocó tal entusiasmo entre los suyos que al final le aplaudieron varios minutos en pie.

Pero entre la lista de definiciones que hizo de los propósitos del Gobierno, destacó por su capacidad de provocar la carcajada de los presentes --menos de Carod, que le observaba con antipatía-- la comparación de la reforma con "hacerle la permanente a un puercoespín".

Mientras tanto, y tras varias horas de debate, los ujieres repartían caramelos entre los miembros de la Mesa, Carod bostezaba, los ministros Bono y Alonso navegaban por internet y la animación se trasladaba al patio del Congreso, donde hoy se habló más catalán que nunca en el único espacio del recinto habilitado para fumar.