Para Eugenia todos los días son domingo. Menos el domingo, cuando el tiempo no se detiene por las esquinas de la residencia y el afecto se reparte por los pasillos repletos de familiares que han tenido la sensatez de no suicidar la memoria. Entonces parece un lunes de los de antes, o un martes, o un miércoles lleno de saludos y preguntas. Y besos, porque los besos y las caricias para Eugenia son importantes desde que se quedaron en su casa de días de diario, aquel domingo en el que tuvo que empezar a vivir en un nuevo hogar.

En la Residencia Mi Casa, de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Cáceres, hay 90 ancianos --entre ellos varios matrimonios-- que son asistidos por 15 religiosas que procuran que "más que una residencia sea un hogar, para lo que les aportamos la calidez y el confort de una casa propia".

Así lo asegura la madre superiora sor Carmen, consciente de las dificultades a las que tiene que enfrentarse una persona que debe abandonar su hogar y marcharse a una residencia, dejando con ello todas sus pertenencias y a su familia.

ATENCIONES ESPECIALES

Por ello, las hermanas y los voluntarios que colaboran en el centro cacereño se afanan en prestar a sus residentes todas las atenciones posibles, especialmente a algunos que en muchas ocasiones no tienen el adecuado apoyo familiar. "Hay de todo, pero en general los familiares suelen interesarse por sus mayores, y, además, nosotras procuramos que se interesen y damos muchas facilidades a la familia para que esto sea posible", señala la religiosa.

Los especialistas aseguran que estas personas tienen muchas necesidades a nivel individual, por lo que necesitan una adecuada atención, en ocasiones psicológica, que también les ayude a integrarse en la residencia.

En Mi Casa no hay un horario rígido. El desayuno es de 8.30 a 10 de la mañana, la comida a las 13.30 horas y la cena se hace a las 20.00 horas. Entre esos periodos de tiempo, los ancianos tienen total libertad para hacer lo que deseen, ver la televisión en sus habitaciones o en la sala común, leer, pasear por la ciudad o acudir a los talleres de ergoterapia que imparte sor Rosario Mar y cuya finalidad es ayudar al desarrollo de las facultades físicas y mentales de los residentes mediante trabajos manuales y gimnasia.

El ocio terapéutico es importante y las hermanas organizan actividades dentro y fuera de la residencia, además los ancianos contribuyen en las tareas cotidianas del centro; ayudan en las habitaciones, hacen recados, salen a comprar la prensa...

Además, si la familia no les lleva de vacaciones, las hermanas les procuran unos días en verano en la sierra madrileña. Entonces, los domingos vuelven a ser lunes para Eugenia, o martes, o miércoles...